Han pasado varias jornadas desde el 1 de octubre, fecha gloriosa y triunfal para unos; desastrosa según otros; amarga concluyen muchos. No voy a entrar en valoraciones sobre el independentismo ni la mejor forma de conseguirlo. Por mi condición apolítica de guardia civil no me toca (y menos públicamente), pero sí voy a poner de manifiesto unos hechos que como ciudadano, como padre y como servidor público me han conmocionado profundamente y me causan una gran preocupación y desasosiego.

Resulta que en estos días posteriores hay menores que no pueden salir a la calle a jugar, a pasear o a comprar chuches porque en el exterior de su vivienda se han afincado casi de forma permanente (¿es que no tendrán trabajo?) grupos de personas que al grito de «fuera de aquí», «asesinos», «fachas» y otras lindezas increpan, hostigan y, en definitiva, acorralan a los agentes y a sus familias. Valores humanos donde los haya.

Pero lo peor llega ahora. En algunos centros de ¿enseñanza? de Cataluña se están produciendo verdaderos ataques a hijos de guardias civiles y policías nacionales. Estamos hablando de menores, muchos de ellos nacidos en Cataluña, cuyos padres llevan los últimos veinte años prestando su servicio, gestionando las licencias de caza, la seguridad de los aeropuertos y el DNI de sus conciudadanos. Y no es información sesgada, ya se ha publicado en algunos medios y alguno de los casos me ha llegado de primera mano.

En el centro educativo «Fulano» animaron a los menores a salir al patio a protestar por la violencia policial. No quiero imaginar la presión que soportaron los hijos de los agentes hasta el punto que algunos, por miedo, salieron y secundaron la protesta; otros quedaron en clase siendo señalados inmediatamente por el resto. Todos ellos llegaron llorando a casa. Espantoso.

En el instituto «Mengano», después de «explicar» los actos de brutalidad policial, se solicitó al alumnado que diera su opinión «uno a uno». Una alumna reprochó al profesor su injusta generalización y solicitó abandonar la clase. La respuesta obtenida: «Lárgate de aquí». A otros, en el patio, les llamaron fachas y asesinos. Atroz.

En el CEIP «Zutano», a los alumnos de Primaria les proyectaron imágenes de cargas policiales. Como tema del día se expuso en clase que los guardias civiles y los policías nacionales son asesinos y represores, y luego se guardó un minuto de silencio por las «víctimas» de la brutalidad policial del día anterior. Esto es de locos, a menores de entre 6 y 9 años de edad. Repugnante.

Se trata ni más ni menos que de bullying, acoso físico o psicológico, claro, que a lo peor es que en Cataluña no existe tal concepto si el menor víctima de acoso es un no-independentista o hijo de un agente de la Guardia Civil o de la Policía Nacional.

En estos centros se pasan el código deontológico por el arco del triunfo, ¿o acaso estos profesores han olvidado lo de «rechazar cualquier forma de segregación o discriminación» incluida la profesión de los padres? ¿Y lo de «no adoctrinar, y fomentar el desarrollo de un juicio crítico sobre la verdad y el saber»? ¡Vaya!, también lo han olvidado. Si Santo Tomás de Aquino, patrón de la enseñanza, levantara la cabeza?

Pensaba yo que lo de independentista, como cualquier otra idea u opción política, no estaba reñido con valores como solidaridad, respeto, tolerancia, empatía? Craso error visto lo visto.

He asistido en diferentes medios (prensa, radio y televisión) a una incesante retahíla de manifestaciones por parte de personas relevantes y también de ciudadanos desconocidos, todos ellos del ámbito independentista, expresando su desacuerdo y denunciando la desmedida violencia de las cargas policiales. Pues bien, espero esa misma lluvia de declaraciones para mostrar la más enérgica condena por estos casos de maltrato, si no acoso o algo peor, a menores.

A los compañeros (independentistas o no) de estos alumnos acosados les recomendaría la canción de El Langui cuya estrofa viene al pelo: «Se buscan valientes que expresen lo que sienten. Se buscan valientes que apoyen y defiendan al débil. Tú eres importante, tú sabes lo que pasa, no mires a otro lado, no le tengas miedo al malo». ¡Eh, chicos!, ¡la fuerza del valiente está en el corazón!

A Carles Puigdemont, a Oriol Junqueras, a Carme Forcadell, a Anna Gabriel, a Jordi Sánchez, a Jordi Cuixart y tantos otros que os habéis apresurado a denunciar torturas, agresiones, violentas cargas, etcétera: Si denuncias todo lo que ves injusto, no solo lo que te conviene, eres un valiente, si no es así, eres un rufián.