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Matías Vallés

Rajoy delega en el rey

A lo largo de las últimas semanas se ha ido instalando, entre forcejeos, la percepción de que el desastre de Cataluña no se debe unívocamente a los incumplimientos legales de la Generalitat. Los equidistantes hablaban del tándem Rajoy y Puigdemont, como si pudiera equipararse la responsabilidad de un general y su sargento. A partir de la desproporcionada intervención policial del domingo, la escéptica prensa mundial cargó a su vez contra el Gobierno, con el remate del «matonismo» de La Moncloa acuñado ayer por el sesudo New York Times. Hasta Merkel y Putin expresaron sus temores. A las nueve de la noche, el rey de España dio marcha atrás al reloj planetario y culpó únicamente de lo ocurrido a más de la mitad de los catalanes. No les ofreció redención ni pacto, las dos enseñas de la transición. El monarca no les ofreció más alternativa que traicionar sus creencias. O que se vayan, sin especificar adónde.Desde su madriguera, Rajoy delegó en Felipe VI. El jefe del Estado no solo pronunció un discurso laudatorio de La Moncloa, sino que recurrió a los latiguillos inconfundibles del presidente del Gobierno. Es significativo que la intervención estuviera grabada, para que el control del PP fuera absoluto. Solo con esta cautela se levantó el veto sobre una intervención previa solicitada por el jefe del Estado en términos más conciliadores, que el Ejecutivo consideró inaceptable.El rey ni siquiera se interesó por los heridos del pasado domingo, cuando la misericordia hacia los afligidos por catástrofes naturales o de origen humano ha sido una de las encomiendas de la realeza. Mientras se desgasta la imagen de Felipe VI, su primer ministro se mantiene desaparecido a la espera de que amaine la tormenta. Solo entonces volverá, para recordar que no hubo referéndum.El rey no ofreció en una sola ocasión el «diálogo» a los millones de catalanes que se pretenden emancipados. No solo repitió sin variar una coma el discurso del PP, también desacreditó la voluntad expresada por el PSOE de tender puentes. El jefe de Estado se sumó a la ausencia de soluciones que lastra a Rajoy. Si la intervención policial fue como mínimo un error, cabe imaginar los desastres asociados a la suspensión de la Generalitat, la detención de los líderes democráticos catalanes o una intervención militar. España vive la situación más áspera desde la muerte de Franco, con serias dudas sobre quién manda aquí. Juan Carlos de Borbón reaccionó tardíamente pero con acierto tras el 23F. Su hijo no puede decir lo mismo.El discurso del rey pecó de la esterilidad de una plática navideña entre fotos familiares. No torció una sola voluntad en Cataluña y es dudoso que tranquilizara a los españoles que contemplan la balcanización acelerada de su país, mientras la única propuesta dialéctica del Gobierno consiste en hablar de «mafias» ?Sáenz de Santamaría? o «nazis» ?Rafael Hernando?. Frente al disparate, un vano ejercicio de ventriloquía.

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