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La mirada femenina

Divagaciones nocturnas de una madre agotada

Ya ha pasado la cacerolada, menos mal. Sonaba más fuerte cuando reivindicamos el cese de la guerra de Irak. Aunque no nos hicieron ni caso. No entiendo qué hace Rajoy pidiendo consejo a Trump sobre el asunto de Cataluña. Justamente a Trump.

Esta mañana hubo manifestación de estudiantes. Lucían sus banderas esteladas cual capas de Superman. Muchos no saben lo que en realidad sucede y tienen una visión completamente parcial de la situación política. Lo que en realidad sí celebran es abandonar los pupitres para poder pasar más tiempo al aire libre.

Es cierto que uno aprende mucho más al aire libre que encerrado en un aula. Todo lo vivencial cobra una dimensión especial. Aún recuerdo el día que en clase de naturales nos llevaron al monte a plantar árboles. También recuerdo cuando mi profesora de Alemán me tiró de las orejas delante de toda la clase porque no había presentado los deberes.

Cuando estudiaba filosofía en la UB yo misma me encerré en las aulas junto a mis compañeros y asistí a varias manifestaciones para luchar por que la filosofía no desapareciera del plan de estudios. Todos esos recuerdos permanecerán siempre en mi memoria. Bueno, siempre y cuando no termine sufriendo de alzhéimer.

No sé qué les quedará a los alumnos de ayer. Prefiero no darle muchas vueltas.

Los pocos que asistieron al colegio, mi hijo entre ellos, fueron empujados por la mayoría a la manifestación. Es imposible no dejarse llevar.

Los niños y los animales duermen ya. Cada uno en su lugar favorito de la casa.

Los niños en sus camitas. Las gatas, Amy y Luna en la terraza y Sascha, la perra, en el sofá. Y yo disfruto de un momento de silencio y tranquilidad.

Como cada día a estas horas estoy tan cansada que casi no sé como me llamo. Mi cabeza es un hervidero de ideas inconexas. Entonces, como cuando era pequeña y mi madre me enseñó a rezar, empiezo a hacer algo parecido a un examen de conciencia y me pregunto si he logrado hacer todo lo que me había propuesto. Si fui lo suficientemente cariñosa y a la vez firme como madre. Si pequé de pesada. Si logré encontrar un rato para mí. Una mujer es un ser poliédrico con un montón de misiones y frentes que asumir. Siempre hay algo que se nos escapa. Es natural. Las reuniones en el colegio, las del trabajo, coordinar las visitas al médico, hacer la compra, la cena? arreglarse el pelo para no renunciar a tener cierto buen aspecto.

Hay que reconocer que regalarse tiempo a una misma es siempre algo positivo. Y que los niños valoran tener una madre equilibrada en todas sus facetas. Pero a veces no llego a todo. ¿Os suena?

No pude llevar a Sasha a dar un largo paseo por el parque Güell pero al menos dimos cuatro paseos cortos por el barrio. Y ahora me voy a la cama porque no puedo con mi alma. Buenas noches.

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