Comentaba Reces en una retransmisión radiofónica, en partido jugado en el Rico Pérez contra el Badalona, que su sensación era de continuidad, como si la temporada pasada no hubiera terminado y la presente fuera una prolongación de la anterior. Vamos, una auténtica pesadilla, impresión que se ha visto reforzada con la eliminación en el derbi copero y la derrota liguera en Zaragoza contra el Ebro de Mainz. Estamos en lo que antiguamente se anunciaba en los cines como sesión continua, repitiendo constantemente la misma película durante tarde y noche, día tras día, hasta que el estreno pasaba a otros cines con la denominada sesión doble junto a otra película en sala de menos postín. Él Hércules sigue anclado en la campaña anterior, y en la otra, y así hasta cuatro. La percepción es que estamos metidos en un bucle terrorífico del que somos incapaces de escapar. Como en aquella famosa película en la que el día de la marmota se repetía una y otra vez para asombro y desesperación del protagonista. Siempre con Ortiz, siempre sin ascenso, siempre sin que los delanteros vean puerta. Oscuridad, viviendo en la dimensión de al revés.

De nuevo tras dar los primeros pasos por la competición liguera, seis partidos seis que dirían los taurinos, el objetivo al que debiera optar el club, ha quedado fulminado. Un nuevo proyecto con el que se sigue desesperando a la afición. A demasiados puntos, ocho y diez respectivamente, de Elche y Mallorca, que comandan la clasificación, donde el Hércules en todos estos años no ha sido visto. Además, por delante equipos que nos disputan, y con regularidad nos arrebatan, los puestos que dan acceso a la promoción, como el Mestalla, Villarreal B, Baleares o Lleida. Debacle total sin llegar todavía ni a un cuarto de competición.

Unas veces la excusa es el césped artificial, otras la dimensión del rectángulo, los fallos individuales, la escasez de gol de los delanteros, siempre igual con distintos jugadores que se van renovando año tras año sin que su mejor versión, o al menos la menos mala, la paseen por el Rico Pérez, que para más inri es campo en el que los rivales se han acostumbrado a puntuar. Antes eran los equipos cabeceros quienes nos sacaban las vergüenzas a domicilio, ahora hasta los recién ascendidos puntúan en Alicante.

Parecía que con la aparición de Ramírez en el escenario herculano las cosas podrían cambiar, pero siguen igual y pueden ir a peor. En lo deportivo fracasos acumulados temporada tras temporada. En lo institucional, bajo la sombra de la larga mano de Ortiz, el vasco Ramírez sigue el camino marcado por su compadre, a su imagen y semejanza, viviendo en continuo esperpento. Ahora nos sale con que renuncia a las acciones tasadas y convenidas, porque el adinerado empresario no quiere hacerse cargo de los gastos notariales. Cien mil euros en una operación que si fuera bien gestionada pudiera dar pingües beneficios a medio plazo. No están por la labor, enredan y dan esperanzas falsas a una afición y una ciudad que no se los merecen. Uno y otro, Ortiz y Ramírez, están a punto de acabar con una institución histórica: el Hércules. Se ríen y engañan a la afición, al alcalde, a la ciudad y quien ose ponerse por delante. A uno ya se le cayó la máscara hace mucho tiempo, al otro lo vamos conociendo de no rectificar de inmediato. Tanto rollito con Ortiz no podía ser bueno. Las amistades peligrosas tienen estas cosas. Dios mío en manos de quién estamos.