Hoy todo sigue igual en Orihuela, no existe nada nuevo en el horizonte que nos anime a pensar que nuestro municipio avanza turísticamente. Si alguno de ustedes decide hoy en el Día mundial del Turismo hacer uso del eslogan y «ser turista en su ciudad» podrá observar que hoy, cómo tantos otros días, nada cambia. La ciudad sigue esperando paciente y agonizante, en el caso de algunos edificios, que le saquemos provecho a su arquitectura, a sus rincones, a sus iglesias, a sus monumentos, en definitiva a su patrimonio histórico y cultural.

Hoy, nos sigue faltando una buena señalización turística que guíe los pasos deseosos de descubrir los encantos de Orihuela. Hoy, los murales de San Isidro siguen aguardando paciente al otoño o la primavera para verse inundados de artistas y visitantes que contemplen las obras dedicadas al poeta. Hoy, el Sorzano de Tejada sigue cerrado por falta de actividad al igual que los dos refugios antiaéreos.

Hoy, en el año del 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández, su casa natal, ya en manos de los oriolanos, se abre vacía de contenido y actividad y la obra del poeta se observa borrosa en algunos pasos de peatones.

Hoy, casi cuatro meses después desde que la Consellería nos concedió dos nuevos BICs, la Gloriosa enseña del Oriol y La Cruz de los Labradores «La Diablesa», esto debería ser motivo y reclamo de visitantes, pero hoy son los grandes olvidados. No dejo de pensar que en el día mundial del Turismo, hubiera sido una estupenda oportunidad para que oriolanos y turistas se acercaran al salón de Oriol, contemplaran su bandera y tomaran una foto que poner con orgullo en sus redes sociales o enseñar a sus amigos. Hoy, seguimos teniendo una ciudad y monumentos poco accesibles para los ciudadanos. ¿Hay turismo en Orihuela? Sí, a ratos, pero no somos una ciudad con un modelo turístico definido que aproveche sus singularidades, ni siembre caminos que creen un futuro como ciudad turística, cultural y monumental. Lástima que Orihuela lo tenga todo y la señora Álvarez no aproveche nada. Siempre le quedarán el golf, las playas y el centro comercial de la costa que, junto con el clima, se vende solo.