El próximo sábado vuelve a celebrarse el festival de Música Mediterránea de Tabarca, que este año adopta el nombre un tanto extraño de Transtropicalia. Digo extraño porque, pese a todos mis esfuerzos, no he logrado descifrar el significado de la palabra; las referencias de los cantantes que participan, y que he buscado con detalle, no me han resuelto la cuestión. Si acaso, la han enredado hasta el punto de preguntarme por qué el festival se llama de música mediterránea, cuando no parece exhibir ninguna causa para ello. ¿Una simple razón de marketing? En todo caso, estas son cuestiones menores en un festival que acaba de nacer, busca el favor del público y todavía debe encontrar su camino.

Me sorprende el empeño que muestra el concejal de Cultura, Daniel Simón, por sacar adelante el festival. Revela un tesón que, en el caso de un político -y Simón lo es ahora mismo-, podríamos considerarlo una cualidad. Tras el fracaso de la edición anterior, cuando el festival apenas despertó el interés del público, cualquier otro habría renunciado. Nadie le hubiera reprochado una decisión que, probablemente, exigía la prudencia. El concejal, sin embargo, no se ha rendido y presenta el festival con nuevos bríos y dispuesto a consolidarlo. No lo tendrá fácil. Tabarca tiene a su favor el indudable atractivo que las islas despiertan en nuestra imaginación, pero le falla la geografía. Su propia situación, su escasa superficie y la ausencia de vegetación no ayudan al visitante; si, por casualidad, sopla el levante durante nuestra visita, es probable que abandonemos la isla con dolor de cabeza y algo mareados.

En sus declaraciones a la prensa, Simón ha defendido el festival porque -son sus palabras textuales- «la cultura puede y debe ser fuente de empleo y ayudar a la desestacionalización del turismo». Sin duda, la cultura puede hacer muchas cosas y, entre ellas, crear puestos de trabajo y mitigar la estacionalidad del turismo, pero me pregunto si deben ser esas sus prioridades. De aceptarlo ¿no caeremos en una visión muy limitada de la cultura? En cualquier caso, no parece que las condiciones naturales de Tabarca sean las más adecuadas para una experiencia de esta clase. Si pretendemos convertir la isla en un destino para el turismo, tal vez deberíamos atender antes otras necesidades más importantes.

Hay una última cuestión que me gustaría tratar. El festival tiene un presupuesto de 15.000 euros; no se trata de una cantidad desorbitada, pero tampoco podemos decir que sea insignificante. La cifra es más o menos la misma -si no estoy equivocado- que la Concejalía de Cultura dedicará, durante los próximos meses, a las actividades culturales en los barrios de la ciudad. Por otra parte, el propio Simón ha reconocido en varias ocasiones que su presupuesto es insuficiente para atender las necesidades de una ciudad como Alicante. En estas circunstancias ¿no deberíamos plantearnos si tiene sentido mantener un festival como el de Tabarca?