Se vienen sucediendo ya de forma reiterada las acciones de «rodear», en concentración, palacios de Justicia, el último el del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, al hilo de los cargos de la Generalitat detenidos por decisión de un Juzgado de Instrucción. La imagen de miles de personas «rodeando» el tribunal es una imagen reprobable y vergonzosa cuya finalidad es nítidamente espuria: influir en la decisión judicial mediante la presión en la calle. Se cree ingenuamente que las voluntades son maleables. Craso error. La Justicia emana del pueblo y es administrada por jueces y magistrados independientes y responsables «sometidos únicamente a la Constitución y al imperio de la ley». Esos son sus dos limites (artículo 1 Ley Orgánica del Poder Judicial). Y los justiciables que no se hallen conformes con las resoluciones adoptadas por los órganos jurisdiccionales ?en sociedad civilizada? tienen la vía de los pertinentes recursos que establece el propio ordenamiento procesal o ley de ritos. Esto, que es una obviedad, y es archiconocido hasta por cualquier lego en Derecho, se está conculcando una y otra vez. Y como el que oye llover.

Bajo el ardid de ejercitar derechos civiles se esconde el fraude de ley, el abuso del derecho o el ejercicio antisocial del mismo. Desde luego la bona fides no se halla presente. Dejémonos de las medias tintas y de las equidistancias calculadas ( Colau, incluida). No se trata tanto de ejercer el derecho de manifestación y reunión en lugar de tránsito público, contenidos en el artículo 21 de la Constitución, y desarrollada por su Ley Orgánica 9/83, cuanto de ejercitar una veraz coacción que influya.

Lo más triste es ver a la presidenta del Parlament ? y segunda autoridad de la Generalitat de Catalunya? en las mismas puertas y arengando. Esto es inaudito para cuantos creemos en el Estado de Derecho y en la primacía de la Ley, entendida como expresión de la voluntad popular. Si no creemos en este modelo de organización jurídico-social, ¿qué nos queda, entonces? ¿La barbarie? ¿La resolución de los conflictos por la vía de la fuerza? ¿Imposición del más corajudo? Ese no es el camino. Ha faltado explicación seria y rigurosa, para que los ciudadanos tomen conciencia de las consecuencias. Las meras «emociones» nos conducen sólo a generar «ruido», y éste está exento de inteligencia y reflexión.

Estamos aprendiendo un «montón» ?como alguien diría, en proyección vulgata?; sobre todo «aquello que no se debe de hacer». Algo así como el envés de lo empírico. Nuestro aprendizaje en las facultades de Derecho chirría a partir de la realidad que se está viviendo, a la par que visualizando. Conviene discutir desde el argumento serio y contrastado. Pero que nadie presione a nadie, mucho menos a las instituciones que dan vida a nuestro sistema democrático. León Felipe decía que: «En un mundo injusto el que clama por la justicia es tomado por loco». A fe que este escribidor, al menos de momento, se sitúa ?o cree situarse? entre los cuerdos. Pero todo se andará.