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Puertas al campo

Así es si así os parece

En resumen: dos (o más) «pensamientos de grupo» se enfrentan generando una espiral que lleva a una huida hacia adelante por parte de quienes comparten dicho pensamiento. Ya sabe a qué me refiero. Me explico.

No es impensable tamaña irracionalidad. Es muy humana y tiene una base conocida: el «pensamiento en grupo» (o de grupo) de evidentes resonancias owellianas (autor que sigo pensando que debería ser leído obligatoriamente, no solo en su 1984, sino también en su Homenaje a Cataluña). Lo que sucede es que nadie tiene un mapa a escala 1:1 de la realidad. Todos tenemos fragmentos a los que intentamos darles sentido añadiendo supuestos, hipótesis, autoridades, apuestas, objetivos, intereses o inventos con los que rellenar las lagunas de nuestro conocimiento. Estos instrumentos con los que intentamos dar sentido a lo que nos rodea no suelen ser verificables, así que no nos queda otra que fiarnos unos de otros y acabar anclando nuestras creencias (porque son creencias) en un grupo o en varios y, si se tercia, obedecer ciegamente ?incluso con apariencias contestatarias? lo que nos dicen nuestros Amados Líderes. También sucede con las religiones que necesitan, además de pastores o conductores, apoyarse en una comunidad, shanga, grupo en el que compartir lo que no se puede demostrar sino, sencillamente, aceptar con credulidad, credulidad que es compensada por el hecho (ese sí observable) de que otros participan en la creencia. En general, sucede con todas las ideologías (la célula política cumple el mismo papel que la comunidad de base religiosa). Y se produce hasta en las mejores familias. Las agencias de «inteligencia» no están exentas y, de vez en cuando, cometen errores, incluso necedades, porque los hechos son tozudos y se resisten a encajar con lo que la «comunidad de inteligencia» comparte. Tampoco están exentos los gobiernos como el de los Estados Unidos. En la Wikipedia se recogen casos de groupthink por parte de tal gobierno. Ahí se enumeran, y me limito a traducir, las características de tal comportamiento tal y como se veía en los 80.

«Tipo I: Sobreestima del grupo, de su poder y moralidad: Ilusiones de invulnerabilidad produciendo un excesivo optimismo y provocando que se asuman más riesgos; Creencia incuestionable en la moralidad del grupo, haciendo que sus miembros ignoren las consecuencias de sus acciones.

Tipo II: Cerrazón de mente: Racionalización de las alarmas que podrían poner en duda los postulados del grupo; Generación de estereotipos de los se oponen al grupo, tildándolos de débiles, malvados, sesgados o estúpidos.

Tipo III: Presiones hacia la uniformidad: Autocensura de ideas que se desvían del aparente consenso del grupo; Ilusiones de unanimidad entre los miembros del grupo, ya que el silencio es visto como acuerdo; Presión directa hacia la conformidad sobre cualquier miembro que pueda poner en cuestión al grupo, tildándolo de «desleal»; Guardianes de la mente: miembros autonombrados que protegen al grupo de posible información disidente».

Si lo ha leído pensando en los secesionistas, vuelva a leerlo pensando en los unionistas y viceversa. Insisto en que trascribo proposiciones publicadas en los 80.

Sobre esta situación aparentemente absurda se añade un esquema de acción-reacción originado en pequeños intereses electorales que se trasforma en una espiral: yo hago, tú reaccionas, yo reacciono, tú sobre-reaccionas, yo sobre-sobre-reacciono y así hasta la lucha final que nadie sabe en qué consiste ya que es probable que ambos bandos entiendan que no hay victoria posible para ninguno de los dos (o tres, o cuatro, que esa es otra). De momento, agrupémonos todos en esta lucha final y rechacemos cualquier intervención que no vaya exactamente a nuestro favor. La culpa, evidentemente, es del «otro», que lanzó la primera piedra y por tanto es el culpable.

A partir de ahí, en circunstancias como las actuales, se puede llegar al «choque de trenes» de estos dos groupthinks enzarzados en una espiral que les hace huir hacia adelante. ¿Hasta dónde? Poca gente, si alguien, lo sabe.

La semana pasada el parisino Le Monde titulaba, con huida hacia adelante, una interesante entrevista sobre la tema (en femenino) catalana. Con ello se refería a las respectivas actuaciones de los bandos enfrentados en la Cataluña de ahora. Secesionistas y unionistas se lanzan hacia adelante, al parecer sin tener muy claro qué es lo que viene después. Tal vez algún genio, en su lámpara, lo sepa, pero la impresión es la que recoge el titular: que no saben a dónde van, pero van a toda velocidad.

Sea cual sea el resultado, el problema no estará resuelto. A «conllevarlo», pues, que diría Ortega.

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