Los comienzos de cada curso vuelven a recuperar una tradición ya histórica como es la de la realización de novatadas a los nuevos estudiantes que se incorporan a un curso, sea carrera universitaria o del tipo que sea, o se integran en un centro de alojamiento de estudiantes. Una tradición que ha ido elevando su nivel de agresividad conforme pasaban los años, y según se le ocurriera una barbaridad mayor a los que lideran este tipo de eventos. Todo ello en la creencia de una aparente legitimidad de los «veteranos» en que para poder integrarse en un centro de estudios, o en otros del tipo que sean, se hace preciso cumplir unas pruebas que consisten en hacerlo pasar realmente mal a los chicos y chicas que, incluso, lo tienen asumido para entrar en la «comunidad». Y nada más lejos de la realidad, ya que estas «pruebas» se han convertido en la ejecución de todo tipo de vejaciones y humillaciones que vienen a integrar un auténtico maltrato de obra que está incluido con sanción penal en el Código Penal, porque debe entenderse que quien somete contra su voluntad a actos realmente repugnantes y que causan un dolor a la persona que lo sufre no puede admitirse, bajo ningún concepto, como una costumbre o una tradición.

Una «tradición» es un acto que se repite a lo largo del tiempo concebido como una costumbre inveterada que se enraíza en la ciudadanía, pero que siempre debe estar concebido como algo positivo y que, además, enriquece al que la lleva a cabo, porque participa del evento como algo bueno y que será digno de recordar. Pero las tradicionales novatadas llegan a un extremo de casos como el ocurrido recientemente en Salamanca de tener que ingresar en un centro hospitalario a dos chicas con un coma etílico por exceso en consumo de alcohol, y en este caso no voluntario, sino forzado.

¿Qué tipo de conductas son estas en las que se disfruta causando un mal al prójimo? ¿Qué tipo de tradiciones son las que consisten en reírse y mofarse de ver lo mal que lo están pasando unos chicos y chicas jóvenes que sufren para divertimento de los que se creen con una «razón» para hacerlo? Porque en este país resulta que hay personas que se creen con el don de tomar decisiones y llevarlas a cabo sin detenerse en la ilegalidad de sus conductas y que, incluso, cuando se le advierte de ello, en lugar de amilanarse y ceder se envalentonan y vuelven a ejecutar los actos de forma más cruel, si cabe.

Pues bien, frente a estas conductas que buscan causar daño a la sociedad, al Estado y a los ciudadanos el imperio de la Ley debe mantenerse firme desde principio a fin y no temblar el pulso en modo alguno para exigir que la ley se cumpla. En este supuesto, bajo el recordatorio de que hacer pasar un mal rato a alguien con novatadas violentas y que busquen el desprecio y humillación de obra a otro, aunque no se cause lesión es un acto de maltrato. Y si, además, se causa algún tipo de lesión la situación se convertiría en más grave. Pero la sociedad no puede ser consentidora y estar callada o mirar para otro lado cuando una y otra vez algunas personas insisten en querer hacer daño a otros y vulnerar la ley. Porque al final estas situaciones se convierten en costumbres y tradiciones, y quienes las ejecutan se creen cargados de razón porque nadie les reprende, ni les reprocha por su mal proceder. Hasta el punto de que hasta las víctimas no llegan a tener, ni tan siquiera, la noción de que son víctimas, que es lo peor que puede suceder en el tratamiento de este y otros muchos problemas de acoso o ataques a los demás en los que las propias víctimas no llegan a ser conscientes de su propia victimización, y no hacen nada para evitarlo, o asumen de forma callada los ataques, como ha pasado, y sigue pasando, con muchos otros actos de maltrato a los que ya hemos hecho mención en estas páginas.

Las víctimas no deben callar y la sociedad no puede quedar tampoco callada ante actos de maltrato. Y las novatadas son actos de maltrato donde se veja, humilla y causa dolor a los que las sufren para deleite y burla de sus autores. Ello ha provocado que en muchos centros de estudios se hayan prohibido expresamente con las advertencias de dar traslado a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado si se llevan a cabo. Y tanto los padres de los autores como de las víctimas deben tomar cartas en el asunto para evitar y reprender este tipo de actos. Todo ello, porque nuestra sociedad debe decir «basta» a las actitudes de quienes insisten en causar daño y sufrimiento a los demás, aun a sabiendas de que su razón es? ilegal. Y si no lo saben habrá que recordárselo. Como a otros.