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España, ¿profunda o abismal?

El sueño de la razón produce elefantes rosas, cerdos con alas y tricornios negro humo haciendo la ronda de noche con pasos de brea y espanto de charol. ¡Alto, quién vive! Una urna, señor

Hay días en que uno no sabe ya cómo poner orden a sus visiones atormentadoras. Igual la realidad es esa, esos elefantes rosi claire o esos cerdos voladores que se ríen en mi cara en la duermevela. No, no tomo alucinógenos, ni fumo cogollo de maría, que me sienta como un tiro, sólo me paso un montón de horas (como todos) cabalgando la vigilia de lo real. Y lo real ya roza las lindes de la pesadilla y (perdonen el lugar común) de lo kafkiano. El sueño de la razón produce elefantes rosas, cerdos con alas y tricornios negro humo haciendo la ronda de noche con pasos de brea y espanto de charol. ¡Alto, quién vive! Una urna, señor.

Han soltado a la pestañí por Cataluña. Vuelve el olor a correaje, a tabaco de cuarterón y al verde oliva de la madrugada. De momento hay cinco periódicos (santuarios donde se oficia la libertad de expresión, se supone) en el punto de mira, dos imprentas (aplíquese el paréntesis anterior), han requisado cien mil carteles, un millón trecientos mil panfletos. ¿Vuelve por sus fueros la clandestinidad? Estas imágenes las veía yo en una tele «Iberia» a principios de los sesenta, en un macabro blanco y negro con interferencias, cuando los últimos agarrotados rezaban a la luna antes de sacar la lengua y los guripas en sus «lecheras» soltaban mamporros con tanta solvencia como aplicación. «Nos van a obligar a hacer lo que no queremos», ladra Mariano amenazante y sin bizqueo. Si Mariano no bizquea es que va en serio. O sea que puede que tiren a dar. ¿Qué es lo que os van a obligar a hacer, Mariano? No se puede jugar a la ambigüedad y amenazar cuando el horno está para todo menos para bollos. «Los alcaldes deben acatar la ley, es lo razonable» (vuelve a regurgitar Mariano). Eso mismo le dijo «el mort al degollat, qui t'ha fet eixe forat?» ¡Mariano, coño, que tienes a medio partido hasta arriba de mierda!. Para mí tengo que la separación de Cataluña se la bufa. Lo que les llena de temor, y estarán dispuestos a todo para que no se produzca, es dejarse ir el motor industrial que tira de España. Y esto no es de ahora. Ya lo ha dejado dicho nuestro preclaro presidente: «Me gustan los calanes porque hacen cosas». Claro que hacen cosas. Producen un montón de PIB para que algún jeta se lo lleve crudo. Parece que «la pela es la pela» trasciende regiones.

Y mientras tanto, en cualquier coso del ruedo ibérico, un torero al que un toro le saltó un ojo y que va de héroe de epopeya, se calza en la chepa la bandera del pajarraco ante los aplausos del respetable. Bien cierto es que el chico se disculpó y en su descargo alegó que no había visto lo que llevaba encima. Lo que asusta un poco es que el público no reaccionara, que la peña taurina siguiera rompiendose las manos a aplaudir después de que el notas hubiera dado matarile a un toro y llevara encima el símbolo de la gran cruzada, de la asonada, del crujir y rechinar de dientes. Que llevara en la espalda un millón de cadáveres, un millón de rosas muertas, un millón (por decir una cifra) de «sudor y lágrimas humanas congeladas».

Y me despido con otro despropósito de esta España absurda, poco brillante y muy hambrienta. El otro día le cayó un premio gordo a un programa de televisión. Se trataba del premio nacional de ese medio que otorgaba ni más ni menos que el ministerio de cultura. No era precisamente La Clave, ni Estudio Uno, que ya no existen y que, lamentablemente, hoy por hoy tendrían menos futuro que puerco por San Martín. Se lo dieron a «El Hormiguero». Recoge el premio de manos de su majestad «el preparao» su insigne presentador. Uno bajito que babea ante sus invitadas, las sobaja, las somete a preguntas comprometedoras, las cosifica. En uno de los espectáculos y después de magrearla a modo, pidió un fuerte aplauso para el culo de una invitada.Un programa casposo, machista ad nauseam y repleto de gracietas de sal gorda. Un referente cultural, no cabe duda. «Sois una parte esencial del orgullo, la confianza y la fortaleza de España» ( Felipe VI, dixit). Pues lo has clavao, Felipe, majo.

Sí, esto es la España del siglo XXI. Más que profunda o abismal, abisal. Ese lugar remoto de las profundidades donde viven criaturas extrañas, peces transparentes con tres ojos, calamares gigantes, cerdos que vuelan y elefantes color ciclamen.

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