En el programa «24 horas» de la primera cadena de televisión española, la noche del pasado miércoles, se entrevistó a la alcaldesa de Hospitalet de Llobregat, quien se ha negado como la casi totalidad de los alcaldes socialistas de Cataluña a seguir las consignas del «Govern de la Generalitat» y además se quejó al propio «President» de la presión que ejercía sobre los alcaldes. Desde el punto de vista legal me parece sumamente consecuente esta postura, pues un gobierno pierde toda legitimidad cuando incurre en la insubordinación ante la ley que juró o prometió cumplir y hacer cumplir. Admiro el coraje de esta alcaldesa al denunciar estas presiones que se ejercen sobre los alcaldes y más con el clima que se ha creado. Dicho esto, quiero hacer alguna observación a las razones en las que abundó en su oposición al «Govern», las cuales a groso modo se resumían en que este -el del referéndum- no es un tema de incumbencia municipal y que los alcaldes están para gestionar bien sus municipios y estos temas los tienen que resolver lo que ella llama los políticos de altura. Está claro que hay que exigirles a los dirigentes políticos, tanto de la Generalitat como del Gobierno Central, que se pongan manos a la obra para acabar con este esperpento que estamos viviendo. Para mí que en estas cosas de la política, la mirada desde la cercanía da una mejor perspectiva frente a quien se sitúa desde la altura y en ese sentido los municipios tienen un papel clave en la convivencia de los ciudadanos y la deriva que han tomado los acontecimientos en Cataluña afectan a la convivencia entre los propios vecinos de las ciudades y los pueblos de Cataluña y también a la convivencia con el resto de España. Los municipios no son entes separados del Estado. Los municipios son parte fundamental del Estado y así los problemas que se plantean en los municipios no se diferencian de los que se plantean en el Estado; lo que les diferencia es la óptica de cercanía desde la que se tratan dichos problemas. Un municipio, escribía Ortega, lo es más en la medida que se abre a los otros; por ello pienso que tienen un papel fundamental en la cohesión de la nación y no se trata de extralimitarse en sus funciones. La relación que se establece entre los habitantes de los municipios es la de vecindad, lo que quiere decir de cercanía. Ese sentido de vecindad -se dice en una resolución de las Naciones Unidas- se debe extender a todos los pueblos en beneficio de la paz. Creo que es mucho lo que la acción municipal puede aportar en base a la cohesión de los ciudadanos. Se habla mucho de la cohesión de los territorios, pero los que se pueden sentir de vecinos o lejanos los unos de los otros, no son los territorios sino los ciudadanos. En el municipio se atiende directamente las demandas de la gente y en definitiva en ese estar al servicio del ciudadano concreto reside la esencia de la política y con ello se fomenta la amistad civil de la que tan poco se habla y que tan imprescindible es para mantener la unión de la comunidad política. Son muchas las actuaciones que desde nuestra ciudad de Elche se llevaron a cabo para fomentar esa amistad entre los pueblos y no conviene en la actuación política actuar desde el olvido. De esa amistad entre las ciudades de Elche y Barcelona nos hablaba en el pregón de las fiestas del año 1989 en nuestra ciudad, la escritora y teniente de alcalde de Barcelona Maria Aurèlia Campmany. Creo que este modo de entender la política debiera exportarse -valga la expresión- a la gestión de otras entidades políticas. La cercanía destruye los estereotipos y los prejuicios que se crean desde la distancia y el desconocimiento. Tengo para mí que muchas de las cuestiones que hoy día nos inquietan, se suavizarían si la óptica la pusieran muchos políticos en las necesidades concretas de la gente y no en las necesidades creadas para -en muchas ocasiones- justificarse ellos mismos en su función, cuando no, para perpetuarse o acrecentar su poder. Creo que los municipios en estos momentos, tienen que hacer valer ese sentido de la vida política, reivindicar su papel. Reconstruir la buena vecindad en el país nos importa a todos y en ello tienen un papel fundamental los ediles de nuestros pueblos y ciudades. No me parece bien que se implique a los alcaldes para que formen parte del problema, como tampoco veo mucho sentido a que se llame a declarar a más de 700 alcaldes. En cambio sí me parece que tienen los alcaldes mucho que decir y hacer en la solución y por ello me parece clamoroso el silencio de muchos de ellos ante los momentos que estamos viviendo y en los que tanto necesitaríamos de políticos con verdadera altura de miras.