Por lo que sabemos, desde sus orígenes, el ser humano ha utilizado sustancias psicoactivas, o drogas, para alterar su estado de consciencia. De su uso se han desprendido tanto experiencias muy particulares, como afecciones irreparables, por ello, la propia sociedad ha luchado por regular su consumo. El asunto ha generado debates interminables, porque lo cierto es que existe una enorme variedad de sustancias cuyo origen puede encontrarse en las profundidades de la selva amazónica, o en un frío laboratorio estatal. Hoy vamos a centrarnos en dos poco conocidas: el popper y la ayahuasca.

El popper fue sintetizado en un laboratorio por el químico y farmacéutico francés Antoine Jérôme Balard en 1844 y pronto se popularizó como tratamiento para la angina de pecho. En la actualidad, su principio activo se usa como aditivo en el combustible diesel, donde actúa acelerando la ignición del combustible. Sin embargo, desde los años 60 se emplea también para el consumo recreativo ya que al inhalarse aumenta la presión arterial y produce vasodilatación, logrando que el consumidor se sienta alerta y lleno de energía, es decir, tiene efectos estimulantes, al igual que la cocaína o las anfetaminas.

Para ser más específicos, digamos que incrementa la libido, provoca un estado de bienestar y placer, relaja los esfínteres y favorece la erección en los hombres, genera distorsiones perceptivas placenteras y un lenguaje poco consistente. Estos efectos tienen una duración corta, de tan solo 2 o 3 minutos. En cambio, los efectos secundarios pueden ser duraderos, y pueden incluir náuseas, vértigo, dolores de cabeza, enrojecimiento de ojos, congestión en la cara y el cuello, pérdida del apetito, hemorragias nasales, taquicardia, hipotensión y alteraciones de la respiración.

Es una droga barata, fácil de adquirir y muy popular en la escena gay. Según los estudios en el Reino Unido el 14,9% de los estudiantes universitarios y el 12,8% de los estudiantes de medicina la han utilizado.

La ayahuasca, en cambio, es una planta del Amazonas utilizada desde hace más de 5.000 años por los chamanes del Amazonas como un camino para obtener la expansión de la mente y hoy en día es usada en centros de rehabilitación de Perú. Su principio activo es la dimetiltriptamina (DMT), que se considera el relajante más potente del planeta y provoca vivencias confusas como sueños lúcidos, alucinaciones y experiencias espirituales, pero los estudios advierten que su consumo puede tener serias implicaciones para alguien con problemas de salud mental, pues el alucinógeno puede ser responsable de desencadenar trastornos en aquellas personas predispuestas. Además, las alucinaciones pueden desencadenar traumas o incluso psicosis.

Pero ¿qué ha encontrado el ser humano a lo largo de los siglos en esas sustancias que alteran su experiencia vital? Tal vez, nuevas preguntas.