Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis

El BCE se va de "tapering"

Es tentador empezar diciendo que el "tapering" no es la versión anglosajona de irse de tapas. Se trata de una expresión que en inglés define la reducción gradual de las dimensiones de un objeto y que el mundo financiero hace suya para situaciones como la que debatirá a partir de octubre el Banco Central Europeo (BCE): la estrategia de retirada progresiva de los estímulos que la autoridad monetaria ha estado insuflando en los mercados de la zona euro sobre todo desde finales de 2014, cuando inició las compras masivas de bonos (deuda pública primero y luego también bonos corporativos).

El proceso será largo y extraordinariamente delicado. Por emplear otra metáfora, la Europa del euro será deconectada muy poco a poco de una máquina de respiración asistida que evitó que expirara la moneda única. ¿Qué pasará cuando se vaya reduciendo la dosis extra de oxígeno? No hay gurú que pueda responder con precisión, aunque para hacerse una composición de lugar sí es posible aproximarse a lo que ha supuesto para España y para el conjunto de la región monetaria la magna expansión del balance del BCE.

La aproximación al impacto de esa política monetaria no convencional la acaban de hacer los técnicos del Banco de España en un documento de trabajo donde en primer lugar destacan el colosal tamaño de los estímulos: por medio del programa de compras a gran escala, el Eurosistema (suma del BCE más los bancos centrales nacionales) habrá comprado hasta finales de 2017 activos por un valor superior al 20% del producto interior bruto (PIB) de la zona euro; entre ellos, la deuda pública adquirida en 2015, 2016 y hasta agosto de este año representa más del 16% del producto, tanto como 2,15 billones de euros, dos veces todo el PIB de España.

Los economistas del Banco de España remarcan que la actuación del BCE ha sido eficaz para mejorar las condiciones de financiación de la economía, en particular las de las Administraciones públicas, favoreciendo también el crecimiento y con ello los ingresos del sector público vía impuestos. En este tiempo, la rentabilidad que los inversores exigen a España por prestarle dinero ha bajado en 150 puntos básicos (1,5 puntos porcentuales) en el caso del bono a cinco años. Y aunque, reflexiona el Banco de España, deben considerarse otros factores (la mejora de la perspectivas económicas, las reformas emprendidas...), se puede atribuir al auxilio del BCE el 84% de la caída observada en los tipos de interés en la deuda pública española al plazo citado.

Más cosas que nos trajo la mano visible de Mario Draghi: hasta un punto de crecimiento del PIB en 2016 (3,3%) y una contribución de otro punto a la reducción del déficit público (-4,54%). Aunque no sea pulcramente ortodoxo, puede decirse que sin la manguera del BCE España en lugar de haber reducido el déficit con que concluyó 2015 (-5,13%) lo habría aumentado. Puede decirse en suma que, a medida que el eurobanco vaya replegándose con su "tapering", España crecerá, pero menos. Y sus cuentas públicas estarán bajo nuevas presiones.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats