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Opinión

Demasiados interrogantes

Viernes. 23 horas de la noche. Con los dos fieras ya en la cama, me dispongo a pegar un último vistazo a Facebook y me topo con una sorprendente noticia. La gerencia de Marmarela, esa discoteca idolatrada por cientos de alicantinos y denostada por otros tantos, anuncia su precipitado cierre y carga las tintas contra el Ayuntamiento. Ya al día siguiente, tranquilamente en el periódico, me empiezan a surgir incógnitas que a día de hoy todavía no he sido capaz de despejar. Ni las explicaciones del concejal de Urbanismo, Miguel Ángel Pavón, ni la releída al comunicado de Marmarela me sirven para salir de dudas. El Consistorio tuvo conocimiento el pasado junio de que el complejo de ocio carecía de licencia. ¿Por qué, entonces, ha tardado tanto tiempo en ordenar la clausura del local? ¿Qué habría ocurrido si, como el sábado aventuró Pavón, hubiera ocurrido algún incidente grave desde junio hasta ahora? ¿Por qué la Autoridad Portuaria no aceleró de una forma u otra el desalojo de Marmarela si era plenamente consciente de que estaba operando presuntamente sin el perceptivo permiso?

Tampoco me terminaron de convencer demasiado las explicaciones que el sábado por la noche ofrecieron, en otro comunicado, los responsables del local. Decían que a pesar de que el Puerto consideraba que su licencia había expirado, ellos habían sellado un acuerdo con el Consell que sí les habilitaba para proseguir con su actividad. Lo curioso es que la Policía Local se personó este verano en el establecimiento y les alertó de la supuesta irregularidad. ¿Por qué los responsables de Marmarela no movieron entonces cielo y tierra ante Urbanismo para convencer con papeles al Consistorio y, a su vez, mantuvieron el local abierto aún a sabiendas de que estaban cometiendo una presunta ilegalidad (según les informó el Ayuntamiento)?

La única realidad es que a día de hoy la sala ha bajado la persiana... hasta que llegue la Volvo. Todo lo que no conlleve su apertura como parte del village durante los días previos a que zarpe la regata sería un despropósito más de esos a los que los alicantinos, por desgracia, llevamos demasiado tiempo acostumbrados.

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