Nietzche consideraba que «sin música la vida sería un error». Bono (U2) asegura que «la música puede cambiar el mundo, porque puede cambiar a las personas». Pero a mí, que no concibo escribir si no es escuchando música, me da que se ha perdido una generación, aunque la música, ¡pese a la Sociedad General de Autores!, sigue viva. Y se ha perdido una generación porque -según mi criterio- hay estilos que no han aportado mucho -por no decir que nada-, pese a que reconozco que hay legiones de chavales -y no tan chavales- que se «desparraman» cuando escuchan los primeros compases de, por ejemplo, una copla de Luis Fonsi, Enrique Iglesias, Pitbul, Juan Magán y toda esa «troupe», incluidos los autodenominados DJ's, como Paquirrín, Fonsi Nieto o Paris Hilton, que son más horteras que un «Seat 600 con cortinas, cojines de ganchillo y el perrico que mueve la "cabesa" en la bandeja trasera». ¡No hay parto sin dolor ni hortera sin transistor!.

Siempre se ha dicho -y con buen criterio- que Beethoven, Mozart, Beatles o Elton John, entre otros, marcaron un antes y un después en la música. «El sordo» Beethoven afirmaba que «la música es una revolución mayor que toda la sabiduría y la filosofía» y Andersen decía que «donde no llegan las palabras, la música habla». Pese a que en su momento fueron movimientos revolucionarios -como el «mod» o el hippie- creo que -lo siento Langui- el rap, hip-hop o reggaetón han aportado poco a la música y pasarán a la historia sin pena ni gloria, aunque hay gente que marcó -y marca- época y tendencia en cada uno de estos «palos», como Jay Z -marido de Beyonce- o Eminem. Los Luis Aguilé, Georgie Dan, Karina o Rafaella Carrá modernos podrían ser Shakira, Baute o Pau Rubio. ¡Hay gente «pa» to!.

Kurt Cobain (Nirvana) afirmaba que los escritores que conocía «preferían ser músicos». Tolstoi decía que «la música es la taquigrafía de la emoción» para dejar patente los estados emocionales. Jacques Kerouac aseguraba que «la única verdad es la música». Jim Morrison (The Doors), que pensaba que -como decía mi abuelo Manuel- para morirse había que morirse harto, entendía que «la música hincha el temperamento». ¡Y vaya si se lo hinchó; el temperamento!.

Hay cosas con las que uno alucina porque, pese a que, hablando, no nos entendamos con gentes de otras latitudes y etnias, la música se convierte en «lenguaje universal». Según Bob Marley «cuando la música te alcanza no sientes dolor», aunque no sé si lo dijo antes o después de «chafarse» una trompeta de «maría». El Nobel Bob Dylan dice que, tanto en su música como en su vida, acepta el caos, «aunque no estoy seguro de que éste me acepte a mí». Hasta nuestro Miguel de Cervantes consideraba que «la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu».

Hay muchas frases/máximas de literatos, músicos o filósofos, pero me quedo con uno que marcó a varias generaciones, John Lennon. El ex Beatle se ha convertido en un icono no sólo de la música, sino para una juventud que vio -¡y ve!- en él una filosofía de vida. Lennon compuso -ahora se ha reconocido la coautoría de la copla a su viuda, Yoko Ono- «Imagine». «Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único. Espero que algún día te unas a nosotros y el mundo sea uno sólo», decía el ex Beatle, que nos invitaba a imaginar «un mundo que viviera el día a día», «sin países» -ni siquiera la República Catalana-, sin «nada por lo que matar o morir», «sin religión» y «viviendo la vida en paz». Y añado, sin extremismos ideológico-religiosos que no conducen a nada. John, a quien un loco le descerrajó cinco tiros en la puerta de su casa, abogaba por darle «una oportunidad a la paz», porque «todo lo que necesitas es amor», pero, en contra de lo que propugnan Jesucristo, Mahoma, Ghandi, Martin Luther King, Teresa de Calcuta, el Papa o el Dalai Lama, nos hemos empeñado en cargárnoslo todo. ¡Y vaya si nos lo estamos cargando!. ¡A poco que nos den un poco de cuerda lo ponemos «to» patas arriba, porque para eso, para joder la marrana, nos pintamos solos y no «nesesitamos» a «naide»!.

Si la música es vida, ¿por qué no seguimos esa máxima, aunque la música no sea una filosofía de vida?. Si la música es vida, ¿por qué nuestros políticos -los de casa- no se meten un chute de Cecilia, Serrat, Manzanero, Atahualpa, Sabina, Carlos Puebla, Joan Báez, Violeta Parra, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Aute, Cohen, Lluis Llach, Paco Ibáñez, Pavarotti, Il Divo o Mercury, se relajan y empiezan a trabajar para el pueblo?, porque os habréis «dao» cuenta que pasan más tiempo peleándose entre ellos, ¿verdad?. ¿Por qué no tienen en cuenta que su «vida pública» tiene fecha de caducidad -cuatro años- y que los ciudadanos -a quienes no sirven- volverán a darles su confianza -¡o no!- por lo que han hecho, no por sus disputas?. Hasta en el poblado de Asteríx había un bardo, Asurancetúrix, que desafinaba como un «condenao», pero que alegraba la vida a sus convecinos. La música es vida y, como decía Peret, en su copla «Canta y sé feliz», ¡es preferible reir que llorar!.