Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas precarias

Oda a un bedel del Parlament

No te conozco ni creo que llegue a hacerlo, pero estos días he pensado mucho en ti, bedel del Parlament. No sé tu nombre ni tu edad. Ni siquiera estoy segura de si eres independentista o defensor acérrimo de la unidad de España. Ignoro si llevas toda la vida afiliado al PSC o al PP; si votas a Junts pel Sí, Ciudadanos, la Cup o al PACMA o si tu cuñado te llama «podemita bolivariano» en las reuniones familiares. Tampoco puedo asegurar que tu trabajo sea vocacional o hayas acabado allí obligado por las circunstancias. No sé nada de ti, pero comparto tu dolor.

Te he visto estos días, con toda tu depresión postvacacional a cuestas, intentando adaptarte de nuevo a la rutina laboral. Siempre en segundo plano, casi invisible. Cumpliendo con tus tareas de forma discreta y eficaz. Tú solamente querías unos días tranquilos para retomar poco a poco el ritmo de los plenos y las comisiones de trabajo. Una vuelta al cole relajada, ¿no es eso lo que deseamos todos? Pobrecillo, no sabías la que se te venía encima.

Y ahí has estado. Al pie del cañón. Como un campeón, como una campeona. Viendo parar y reanudar la sesión parlamentaria durante dos días seguidos. Observando cacarear a sus señorías. Intentando actuar como el profesional que eres. Ojeroso, cansado, quizás con dolor lumbar o un pinzamiento en el hombro izquierdo. Acumulando minutos en los pasillos del hemiciclo. Bebiendo café intempestivamente. Y lo que te queda. Hazte bedel, decían. Es un trabajo cómodo y sencillo, decían. Espero de todo corazón que te paguen las horas extra que has echado. O, al menos, que te regalen unas cuantas sesiones de spa. Te lo has ganado.

He percibido tu angustia, tu desesperación, tu incertidumbre. Esa sensación contradictoria de saber que estás viviendo un momento histórico y, al mismo tiempo, no acabar de entender bien qué demonios sucede a tu alrededor. No estás solo, todos somos el bedel del Parlament: hastiados, confusos y expectantes, superados por las circunstancias.

En estos días en los que cada grupo político acusa al resto de retorcer reglamentos y leyes, tú no puedes evitar preguntarte cómo hemos podido llegar hasta aquí. Por qué no hemos sido capaces de encontrar una salida menos esperpéntica, más acorde con los seres adultos y racionales que, en teoría, somos. Supongo que la solución que consideras óptima dependerá de en qué lugar del abanico ideológico te ubicas. Por ejemplo, si yo fuera jefa suprema de este guateque, ya habría organizado hace tiempo un referéndum pactado, la gente habría podido votar tranquilamente con sus garantías, su camisita y su canesú y no estaríamos atrapados en este vodevil infernal. Pero eso ahora es lo de menos.

Seas quien seas, quiero decirte que estoy contigo. Puede que las cámaras no te hayan enfocado, pero mi espíritu ha conectado con el tuyo y sé que mientras la Mesa del Parlament se reunía por quincuagésima vez en apenas dos horas o se aprobaban normas de madrugada, tú -bedel catalán, héroe anónimo de la crónica histórica contemporánea- solamente podías pensar en llegar a casa, tomarte un paracetamol, ponerte el pijama y ver por fin la tercera temporada de Narcos.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats