Dejar en manos de una activista radical cegada por su extremismo la presidencia de una alta institución puede tirar por tierra el prestigio de dicha institución, en menos que canta un gallo. Anteayer Forcadell, envalentonada por sus deseos de desgajar Cataluña de España, capitaneó un intento de sedición sin importarle dinamitar con ello la soberanía del pueblo catalán, representada por su Parlamento. Y lo hizo saltándose a las bravas el Estado de Derecho en todas sus dimensiones. Dejar de respetar el Estado de Derecho es caer en el totalitarismo. A esta señora, una Tejero sin tricornio ni fusil de asalto, al parecer no le importa inmolarse en su loca carrera de aprobar leyes nulas, lo que es además completamente inútil. Menos mal que los juristas de la Cámara se negaron a estampar su firma avalando la tropelía. Por buscar algo positivo en esta situación bochornosa y dolorosa sin precedentes en nuestra historia reciente, algunos parlamentarios catalanes dieron una lección de sentido del deber y acatamiento de la Constitución, oponiéndose a participar en la pantomima.

Entre tanto, el Gobierno a través del presidente Rajoy y de la vicepresidenta, está dando ejemplo de mesura y seriedad, pero necesitamos saber que están preparados para algo más que meterse bajo el ala del Tribunal Constitucional. Menos mal que el PSOE y Ciudadanos también se han unido en la defensa de nuestra Carta Magna, porque si no esto sería ya el acabose.

Es evidente que el Gobierno no quería hacer mártires independentistas imponiendo medidas drásticas, para evitar darles argumentos que avalaran sus propósitos; pero ha llegado ya la hora de desterrar la tibieza que venimos padeciendo, porque el conjunto de los españoles, en el que incluyo a la mayoría de catalanes, no se puede permitir que esta vergüenza de república bananera continúe. Nos desprestigia a todos. En este sentido, el Gobierno tiene mucha culpa de hasta dónde ha llegado la riada por consentidor, lo que ha tenido efecto bumerang a la postre. Consintieron el rodillo catalanista más allá de lo soportable, desde hace mucho tiempo: Entre otras cosas, que se impidiera el derecho de los padres a la educación en español de sus hijos, que se sancionara a los comerciantes que no rotularan en catalán, que se contaran versiones apócrifas de la Historia a los escolares e incluso que se realizara un previo simulacro de referéndum de opereta. Nada de esto debería haber ocurrido y de aquellos barros estos lodos. Espero que hayan tomado nota y no permitan que se den los mismos erróneos pasos en Valencia. Es ya la hora de impedir la consulta ilegal, como ha prometido Rajoy, y de que la ciudadanía salga a la calle de forma pacífica y respetuosa, a manifestarse en apoyo del Estado de Derecho y de la Constitución.