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Crítica de teatro

Ping-pong teatral

"El crédit" en la Caja negra del C.C Las Cigarreras

Con ciertos cambios en la concepción del ciclo de teatro provincial, se presenta Alacant a Escena, que aspira a ser algo más que aquella veterana muestra amateur. Acoge a grupos emergentes con ganas de profesionalización, y no quiere ser un certamen competitivo, pese a que la sola idea de seleccionar a los participantes sea una competición. En cualquier caso, el fomento de la creatividad y abrirse hacia otras propuestas artísticas son dos cosas importantes con crédito, como el de la compañía invitada, Maror Produccions, que sigue representado El crèdit, la conocida comedia de Jordi Galcerán. Pudo verse en el coliseo alicantino con Carlos Hipólito y Luis Merlo, y se representó en 2015, en el Paraninfo de la UA, dentro de la Muestra de Autores Contemporáneos, con Joan Miquel Reig y Tomàs Mestre, quienes la han escenificado ahora en Las Cigarreras. Ahí sigue la obra en pie con más rodaje y las mismas intenciones en cuanto a dificultades humanas de un tipo u otro. Usted solicita un préstamo y no se lo conceden porque no tiene avales. Así funciona el invento. El hombre chantajea para que el director se lo dé, y la inverosímil amenaza desencadena las sorpresas. El punto de vista cambia, en relación con los roles interpretativos, al situar las sillas y la mesa en una u otra posición. El humillado humilla y el triunfador puede ser el perdedor. Y eso lo celebra el público con ganas de vengarse de los poderosos. La pieza del autor barcelonés requiere su verdad interpretativa para que el ágil juego teatral de ping-pong, irónico e incisivo, funcione de la mejor forma posible. Así que los actores deben posicionarse con rigor y soltura cómica en el ámbito de una estructura sencilla pero muy hábil a la hora de sacarle punta verbal al antagonismo. Reig es el banquero con la venia del director (y autor) Sergi Belbel, y el intérprete se instala en un histrionismo que continúa inflado. Mestre, mucho más comedido, certero y suavemente cínico, asume mejor los golpes efectistas de Galcerán. El autor maneja la fórmula del éxito y la exprime bien con la renovación de tradicionales recursos cómicos.

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