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Desde mi terraza

Historias de la tele

Corría el año 1965 cuando se estrenó Historias de la televisión, la película que convertiría a «mi» Concha Velasco (o mejor decir «nuestra», puesto que ya es patrimonio nacional) definitivamente en la más famosa y popular actriz española con La chica yeyé, que se convirtió en la canción del verano de ese año. Se iniciaba el desarrollismo nacional y la actriz, que ya llevaba unos cuántos años de gran popularidad en el cine y con algunas incursiones en el teatro, un teatro calificado como menor hasta que en 1971 dio el salto a un teatro más comprometido con la obra La llegada de los dioses, del ya consagrado Antonio Buero Vallejo. Y ahí la tienen, casi cuarenta años después, bruñendo el bronce de una carrera espectacular. Y este recuerdo a Concha y a la película del título viene a cuento de la constatación del deplorable estado de las televisiones de este país en el verano de 2017; si todos los veranos las diferentes cadenas nos castigan con programas anodinos y aburridísimos, este que ahora terminamos se ha llevado la palma. Con una excepción: La 2, cadena nacional que con muy buen criterio ha mantenido esa Historia de nuestro cine, un repaso al cine español desde los años 30 hasta la actualidad, y que nos ha permitido recordar (y descubrir) lo que ya son verdaderos incunables, en programación diaria y a una hora prime time. Y junto a esta acertadísima iniciativa de la cadena pública, absolutamente alejada de la programación de la primera cadena, convertida en hilo directo con el Palacio de la Moncloa, con telediarios cada vez más amarillistas en los que «la estrella» son las noticias de crímenes, accidentes de tráfico y catástrofes naturales, quiero destacar la reposición de series ya históricas por su calidad. A pesar de que se emiten a las 2 de la madrugada, sirven para que el interesado compare estas series con las que se producen en la actualidad; y me estoy refiriendo en concreto a La Regenta, Fortunata y Jacinta y la que se emite en la actualidad, Los gozos y las sombras, basada en la gran novela de Gonzalo Torrente Ballester que supervisó y autorizó los guiones. Además de los extraordinarios repartos (y qué repartos!), sirvieron, y sirven, para acercar al gran público a grandes autores españoles como Leopoldo Alas Clarín (La Regenta), Pérez Galdós (Fortunata y Jacinta) o el citado Torrente Ballester; es algo parecido a lo que en su momento hizo Joan Manuel Serrat poniendo música a los poemas de Antonio Machado y Miguel Hernández, haciendo con ello un impagable servicio a la cultura del español medio. Los repartos de esas series fueron realmente espectaculares, desde una Ana Belén en estado de gracia en su papel de Fortunata, rodeada por lo más selecto de la interpretación teatral, hasta una Amparo Rivelles plena de sabiduría y autoridad, además de su inconfundible sentido del humor; sin olvidar a los Héctor Alterio, Juan Luis Galiardo, Fernando Fernán Gómez, Eusebio Poncela, Carlos Larrañaga y un plantel de los llamados «actores secundarios» (que son auténticos «primeros») que -como siempre- consolidan estos productos artísticos. Nunca entenderé por qué estas series no se emiten en horarios de gran audiencia, especialmente en la sobremesa que está ocupada por lo general por producciones de escaso interés, ampulosas y grandilocuentes, impropias de una televisión pública, ya que las privadas están en su derecho a emitir lo que consideren mejor para su negocio. Así que el buen televidente tendrá que perder alguna hora de sueño si todavía quiere recuperar alguna de las series citadas, aunque la grabación de las mismas siempre es una buena alternativa. La 1 recupera la que ha sido el verdadero descubrimiento de los últimos años, El Ministerio del Tiempo, y anuncian dos nuevas series que en principio resultan atractivas; Estoy vivo y Código de familia, esta última con el aliciente del regreso a la televisión de mi admirada Ana Belén. Ojalá que no defrauden estos proyectos. Y nos sirvan para olvidar la desastrosa programación televisiva de este largo y cálido verano.

La perla. «La televisión es maravillosa; no solo nos produce dolor de cabeza sino que, además, en su publicidad encontraremos las pastillas que nos aliviarán» (Bette Davis)

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