Durante los seis primeros meses del 2007 estuve hospedado por motivos laborables en un hotel de la Rambla de Barcelona. Mi habitación tenía vistas al mercado de la Boquería y un pequeño balcón en el que, cuando hacía buen tiempo, me sentaba a leer con la espalda apoyada en la barandilla mientras escuchaba jazz en mi discman. Solía acudir entre semana al Bel-Luna Jazz club, un magnífico local en la parte alta de la Rambla donde se podía cenar o beber cualquier cosa mientras escuchabas a algún cuarteto con repertorio de jazz clásico -el estilo que yo siempre he preferido - tocar sobre un pequeño escenario.

Uno de los principales difusores del jazz en España desde los primeros años 50 fue Juan Claudio Cifuentes, más conocido como « Cifu», al que sin duda los lectores de mayor edad recordarán como presentador, guionista y alma máter del programa Jazz entre amigos que se emitió en la segunda cadena de TVE entre 1984 y 1991. Figura imprescindible del jazz español presentó también durante más de treinta años los programas de radio Jazz estamos aquí y A todo jazz que se pudieron escuchar en varias cadenas pero sobre todo en RNE y en Radio3. Programas que Juan Claudio Cifuentes siempre finalizaba con su conocida despedida «besos, abrazos, carantoñas y achuchones múltiples».

Para recordar y homenajear a Cifu, fallecido en 2015, se acaba de publicar el excelente libro Juan Claudio Cifuentes. Una vida de jazz, una vida con swing (Editorial Naaxpot slu, 2017) escrito por el médico y gran aficionado al jazz Antoni Juan Pastor. En este libro hace Pastor un repaso no sólo de la vida de Cifuentes, desde su infancia en Francia hasta sus últimos días en Madrid, sino que también nos relata la historia del jazz en España, sus comienzos y su lenta expansión en plena dictadura franquista en la que a pesar de la animadversión que se tenía hacia el jazz un elenco inigualable de los mejores músicos del mundo vinieron a España en los años 60 y 70 del pasado siglo. Muchos de ellos tocaron en el mítico Whisky Jazz Bar de Madrid, meca del jazz español al que un joven Cifuentes, disperso estudiante de derecho, acudía cada noche junto a su inseparable Tete Montoliu y en el que te podías encontrar a Ava Gadner o a Fernando Fernán Gómez.

Durante mi época universitaria solía desesperarme, mientras estudiaba en mi habitación, tratando de descifrar la pésima redacción que solían tener los manuales de Derecho en España. Encendía una radio que tenía en mi cuarto y, de repente, en mitad de la noche, surgía la voz de Juan Claudio Cifuentes hablando de jazz. Sus explicaciones previas a algún tema de Dexter Gordon o John Coltrane eran tan interesantes como la misma música. Seis o siete minutos que se te hacían cortos llenos de anécdotas y aclaraciones que te hacían entender lo que escuchabas y que te hacía desear que la música terminase cuanto antes para volver a escuchar a Cifu. Era, sin duda, el mejor momento de las noches de estudio. Estiraba las piernas en la mesa y me acomodaba en la silla. Me imaginaba que estaba sentado en el estudio de la radio al lado de Cifuentes. De vez en cuando Cifu me hacía una señal recordándome algo que había dicho sobre la música que sonaba, señal que, por supuesto, entendía porque en mi ensoñación yo era un gran entendido de jazz. Afortunadamente estos programas se pueden volver a escuchar gracias a internet.

Gracias al libro de Antoni Juan Pastor he podido ver ahora una fotografía de los guiones que utilizaba Cifuentes para sus largas introducciones; poco más que un folio con unas cuantas palabras escritas para cada tema. Con su prodigiosa memoria y sus profundos conocimientos de jazz que poseía construía algo más que una introducción. Hacía realidad esas ideas de que el jazz, cuando lo escuchas, parece una música hecha para ti. Sólo tienes que aportar tu vida, tu maleta de viaje, como letra para la música que escuchas.

Pero volvamos al Bel-Luna de la parte alta de la Rambla de Barcelona. Regresemos, por tanto, al invierno del 2007. Cuando terminaba la función de ese día solía quedarme apoyado un rato- destemplado, como cuando se sale del cine -en una pared que había pegada a la puerta del Bel-Luna. Quizá me falle la memoria pero creo que aquel invierno fue muy lluvioso en Barcelona. Observaba caer la lluvia a través de la luz de las farolas mientras me daba cuenta, una vez más, que a parte de trabajar yo no tenía nada que hacer en Barcelona. Estaban las exposiciones de fotografía, Gaudí, Tàpies, la ruta Josep Pla y aquella monitora del gimnasio al que iba y que me había pedido salir pero, en realidad, yo no quería vivir en aquella ciudad. Pasado un rato me ajustaba el impermeable y echaba a andar bajo la lluvia.

Dijo Ernest Hemingway que la Rambla es el paseo más bonito del mundo. A mí, lloviendo y de madrugada, nunca me lo pareció.