La fábula, como todos saben, es un género literario caracterizado por estar compuesto de historias breves, escritas en verso o en prosa, en las que generalmente existe un narrador que relata la acción a unos personajes en un lugar y un tiempo indeterminado. Los protagonistas suelen ser animales u objetos antropomorfizados y la estructura narrativa siempre comienza con la presentación de una situación, un problema que se puede resolver o no, y una moraleja final, es decir, un consejo o una recomendación de conducta.

Este género literario ya era conocido y cultivado en la Grecia clásica, donde se atribuía a Esopo su invención, del mismo modo que se decía que Homero era el padre de la épica. Por los registros que han llegado hasta nuestro días a través de diferentes autores, se sabe que las fábulas de Esopo eran muy populares en su época, trasmitiéndose tanto de forma oral como en recopilaciones escritas, que se usaban incluso como primeras lecturas para los niños.

Las fábulas de Esopo tienen como tema predominante las relaciones e interacciones sociales entre los seres humanos, que son descritas desde una visión irónica del mundo y de las estructuras de poder. Una de las más conocidas, de la que también existe una versión de Jean de la Fontaine, es la de La cigarra y la hormiga, que narra como la laboriosa hormiga trabaja todo el verano, acumulando comida para el invierno, mientras la perezosa cigarra se dedica a cantar y descansar. Llegado el invierno, la cigarra pide ayuda a la hormiga, pero ésta le recrimina su actitud anterior y se la niega.

La moraleja de esta fábula parece clara: la ociosidad genera necesidad. No obstante, otras interpretaciones más modernas no se centran sólo en la falta de laboriosidad de la cigarra, y sus fatales consecuencias, sino también en una supuesta falta de solidaridad por parte de la hormiga: una vez la cigarra había aprendido la lección, podía haberle cedido parte de su comida, en lugar de dejarla perecer de hambre.

Algunos analistas han sugerido, incluso, similitudes entre la fábula de Esopo y la situación económica mundial. En el contexto actual, las hormigas serían Alemania, Japón y China; las cigarras el resto de Europa y los Estados Unidos. En esta fábula revisada, las hormigas producen una ingente cantidad de productos que las cigarras están dispuestas a comprar. Como las cigarras no tienen nada que pueda interesar a las hormigas, éstas prestan a las primeras dinero para que puedan seguir consumiendo.

Desde el hormiguero alemán, se invita a las cigarras a usar la misma moneda, pero sólo si las cigarras se portan como hormigas durante una temporada. Hormigas y cigarras viven contentas y las hormigas siguen produciendo bienes y prestando dinero a las cigarras para que los compren. Las cigarras son felices y las hormigas se sienten ricas... Hasta que los precios de la vivienda en las colonias de cigarras empiezan a desplomarse, el paro aumenta y las hormigas, nerviosas, quieren recuperar el dinero que han prestado a las cigarras. El resultado es la bancarrota y el rescate financiero de las cigarras por las hormigas.

La literatura española también ha dado grandes escritores de fábulas, destacando en este campo Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego. Precisamente, este último es el autor de una bonita versión en verso de la fábula de la cigarra y la hormiga, en el que se pone de manifiesto tanto el carácter descuidado de la cigarra, como la codicia de la hormiga; Varoufakis y Merkel dirían los expertos del Financial Times.

En Elche este verano también hemos tenido nuestra particular «fábula de la cigarra y la hormiga». En este caso, la cigarra ha estado a lo suyo, cantar durante las horas más calurosas del día, e incluso de la noche, pero la hormiga, en lugar de dedicarse a su infatigable labor de avituallamiento para el invierno, se ha tornado cigarra y se ha dedicado a hacer turismo cultural y a publicar en las redes sociales las fotos de sus vacaciones.

De esta guisa, nos hemos dado cuenta de que la Dama de Elche debe volver a su ciudad. Pero no porque la brillante gestión de la Concejalía de Cultura haya convertido a nuestra ciudad en una referencia del Arte Íbero en España y ello justifique su regreso, ni porque las hordas de visitantes que ha conseguido atraer la Concejalía de Turismo hayan reclamado su presencia, no. Nuestro icono por excelencia debe volver porque la hormiga ha hollado su «inorgánico rostro de piedra caliza», en palabras del director del Museo Arqueológico Nacional.

En cualquier caso, después del «éxito» de la campaña Valeria ven a Elche, que nos ha llevado a competir de igual a igual con las grandes capitales turísticas de España y de Europa, y aprovechando la fama que se ha granjeado nuestra hormiga, VisitElche ha lanzado otra, llamada #hormigasilicitanas. Tal ha sido la repercusión alcanzada en esta ocasión que hasta el propio alcalde se ha visto obligado a tomar cartas en el asunto, mediante una misiva dirigida al director del MAN, exigiendo explicaciones sobre las condiciones de conservación del busto. Espero que a ese señor, que es uno de los que serán escuchados ante una posible cesión temporal de la Dama, le haya hecho gracia la campaña, porque hay quien no tiene ni pizca de sentido del humor.

Estoy firmemente convencido que la política errática a la hora de la promoción exterior de la ciudad no es por improvisación, ni por dejadez de sus responsables. En realidad, lo que creo es que también son amantes de las fábulas y que, sin duda, conocen una celebérrima, obra de Tomás de Iriarte, aquella del «burro flautista» que hizo sonar la flauta «por casualidad» y cuyas últimas estrofas reproduzco a continuación:

«¡Oh!», dijo el borrico,

«¡qué bien sé tocar!

¡y dirán que es mala

la música asnal!».

Sin reglas del arte,

borriquitos hay

que una vez aciertan

por casualidad.