La teoría del «choque de civilizaciones» se ha convertido en la coartada teórica para hablar del enfrentamiento entre religiones, ya que son estas el soporte fundamental en la definición de las civilizaciones e ideologías que describió Samuel Huntington. Para Huntington las relaciones entre las civilizaciones son de enfrentamiento o de ignorarse, están polarizadas; rara vez de diálogo, de amistad, o de Alianza de Civilizaciones como promovió Zapatero en la ONU. En particular, entre islamismo y cristianismo, como recuerdan tras cada atentado terrorista. O, entre Oriente y Occidente.

La sociedad, todas las sociedades no son un todo homogéneo. Son como estratos superpuestos de distintas épocas, en las que ciertamente predomina la legislación, la organización política, o la forma de producción de un sistema mayoritario y hegemónico. En Europa y Norteamérica es el sistema democrático, capitalista, de mercado. En la mayoría de los países musulmanes, por ejemplo Arabia Saudí, no es el mismo, es un sistema islamista. El sistema económico, político e ideológico es distinto al occidental, así como la articulación e implicación entre esas esferas.

Los cruzados medievales guerrearon contra los musulmanes. Los yihadistas no encuentran sociedades de cruzados con los que guerrear, desaparecieron con el medievo. Hay sectores feudales en nuestras sociedades, - hay, por ejemplo sectores económicos en que sigue vigente el régimen de aparcería- e ideologías predemocráticas, aunque no son hegemónicos, ni mayoritarios, son los que suelen responder con acciones violentas, y actitudes o declaraciones antimusulmanas con ocasión de atentados. El sionismo -de la ultraderecha israelí-, el islamismo, el sintoísmo japonés de preguerra, el catolicismo en España hasta la democracia, pretenden organizar la sociedad a partir de un teocentrismo y una interpretación de la Biblia, del Corán o de los Evangelios o de las tradiciones reservadas a una casta: levítica, sacerdotal, los ayatolás; o a los emperadores, jeques, obispos, o sumos sacerdotes, etcétera. Son los que tienen «la verdad» -la revelada, no la científica- de como debe organizarse la sociedad, la familia, la política o la economía. En nuestra sociedad no sólo hay sistemas predemocráticos feudales, sionistas, islamistas; hay restos de sistemas esclavistas, reducidos al ámbito de la organización familiar, donde la mujer trabaja produciendo -el trabajo doméstico- para la familia, desde «la pata quebrada y en casa», al «será mía o de nadie», hasta «la maté porque era mía» están en el origen de la violencia machista. En los sistemas islamistas el sometimiento de la mujer es total. Durante el franquismo no tenían capacidad jurídica, sin autorización expresa del marido. Y eso a pesar que la Iglesia después del Vaticano II recordaba en las bodas lo de «compañera te doy y no sierva», tratando de superar el feudalismo. El machismo y la violencia machista anida en los sistemas predemocráticos, y en el tipo de unidad familiar predominante en los mismos.

Hay cristianos, judios, sintoístas o musulmanes que viven en sociedades con predominio capitalista: sistema de mercado, regímenes democráticos en lo político, ideologías seglares humanistas y racionalistas, etcétera. La religión, todas las religiones, son un sentimiento que pretenden transmitir un sistema de valores encarnándose en distintas culturas, épocas y/o sectores sociales. Pablo de Tarso decía en una de sus epístolas algo así como «me encarno con todos, para salvarlos a todos». Los sistemas de valores, religiosos o no, las motivaciones religiosas o no, no son, ni están: valen. Forman parte de los objetos, materiales o inmateriales, de las actuaciones y de los comportamientos de las personas. Son, perdón por la comparación, como el agua a la vida: está en todas las formas de vida, animales, plantas, o humanos. Y, pura, en los objetos físicos adaptándose a su forma -en un río o en un vaso- y estado -solido, líquido o gaseoso- hasta encarnarse en todos los seres vivos. No hay sistemas sin valores -y por lo tanto contravalores-, sean de motivación y origen religioso, o sencillamente humanistas.

El enfrentamiento no es de civilizaciones, es entre sistemas dentro de una misma sociedad por imponer su forma de funcionamiento -la libertad de mercado en el capitalismo- que es el medio en que crece se expande y reproduce mejor, no sólo, ni principalmente como ideología o civilización, también en lo económico y político. Y es de enfrentamientos o alianzas entre estados y organizaciones con diferentes sistemas predominantes.

Puede haber enfrentamientos, pero también alianzas, o formas de convivencia entre los distintos sistemas. Ni lo uno ni lo otro está escrito en el destinos. El futuro lo escriben colectivamente las personas.