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La andanada

Compromís... ¿con quién?

El lunes saltaba la noticia. Compromís, uno de los tres partidos políticos integrantes del tripartito que gobierna en Alicante, alcanzaba un consenso interno y definía su postura respecto a la concesión de la prórroga de la actual empresa adjudicataria de la plaza de toros que la Concejalía de Gloria Vara iba a llevar a Junta de Gobierno. Tras el petardazo de mayo, cuando pusieron al consistorio al borde del abismo bloqueando la celebración de la Feria de San Juan para, horas más tarde, reunir de urgencia a la Junta de Gobierno y asumir aquello de «donde dije digo, digo Diego», sello de identidad de sus actuaciones, ahora se quería evitar el escándalo adoptando una postura previa clara.

En ese acuerdo no han hecho más que reflejar varios de los puntos de su programa electoral. El primero de ellos, destinar la plaza de toros «a ser un espacio multiusos y dedicado de forma preferente a espectáculos culturales, festivos y de interés ciudadano». Es decir, justamente lo que ya es. Igual les hace falta ver el listado de actos programados en el coso taurino para darse cuenta de ello y comprobar, además, que alguno de los «espectáculos culturales» con mayor respuesta de público son, precisamente, los taurinos. Quizá se podrían revisar ciertos matices para mejorar la explotación del recinto municipal, ciertamente. Abran un debate, pidan propuestas, escuchen sugerencias, y trabajen sobre ello en estos años que les quedan de mandato. Pero no obstaculicen una prórroga a todas luces legal.

El otro punto del acuerdo demuestra demasiadas evidencias. Pide Compromís, tal y como reflejan en su programa de 2015, «el cierre de la Escuela Taurina y la eliminación de determinados aspectos ligados a la promoción taurina». Piden cerrar una escuela. Así de duro. Una escuela que, por cierto, no cuesta un duro al ayuntamiento. Un lugar donde un grupo de chavales de ambos sexos acuden a aprender una vida sana, donde se preparan físicamente, gracias a la cual visitan dehesas de toros bravos donde aprenden y aprehenden medio ambiente y ecología. Claro, que Compromís no sabe de ecología, sino de animalismo. La supresión de la Escuela Taurina aparece en sus medidas sobre el medio ambiente (?) y asociada con «programas de información, educación y defensa de los animales domésticos: contra la crueldad animal». El extremismo animalista llevado a su propio ideario. Mezclan churras con merinas y aquí no pasa nada. Ninguno de esos representantes públicos se ha acercado a saber qué es la Escuela Taurina, ninguno le ha preguntado a cualquier chico o chica que a ella va por qué está allí, qué siente por el toro, qué aprende con sus profesores. El lunes, Jorge Rico, un novillero salido de la Escuela Taurina, asombraba a la afición de Calasparra y ponía Alicante otra vez en boca de todos. Un ejemplo más de sacrificio y superación. Pero la realidad no les interesa; solo el voto y la moda. Las doctrinas del PACMA las asumen como propias. Se lleva ser animalista. Se lleva el mascotismo. Está de moda hablar de animales humanos y animales no humanos, en una corrupción del lenguaje casi propia de analfabetos. Como si habláramos también de animales perrunos y no perrunos, cabrunos y no cabrunos, vacunos y no vacunos, y lo que sería más importante, asnunos y no asnunos. En ese código lingüístico tan deturpado, pronto se hablará de cómo es éticamente posible que animales humanos manejen y cocinen cadáveres de animales no humanos, también seres sintientes, para diversión del paladar. Habrá que asumir el sufrimiento del animal gallináceo cuando se ingiera una tortilla, o plantearse seriamente el «típico dilema» animalista de si, ante una situación extrema, salvar antes a tu mascota, animal sintiente perro, gato o hámster, o a tu hijo, animal sintiente humano. Estas premisas las asume Compromís, por lo que parece. Aunque, para despistar, dicen que en este supuesto nuevo pliego, «respecto a la celebración de espectáculos taurinos, en las aportaciones que se realicen no se contemplará la prohibición de ninguna actividad o uso que esté recogido en el ordenamiento jurídico vigente». Así ya nos ha parecido clarísima su postura, hombre. Si es que somos de lo que no hay...

Si se hubieran acercado a preguntarle a uno de esos chavales de la escuela, o a cualquier aficionado, quizá llegaran a entender que la tauromaquia no consiste en una anacrónica patología social donde los taurinos nos regodeamos sin límite con la sangre del toro, sino en una creencia, en una liturgia cuyo origen se pierde en la prehistoria del ser humano y que trata de superar el vacío ante la muerte desde la creatividad de un juego ético y estético que transita entre la gloria o el infierno, dándole al toro casi la abstracción de deidad. Cosificarlo, considerarlo como a los animales domésticos, despojarlo de su fiereza, su acometividad, su bravura, mostrándolo como un animalillo desorientado y mareado, resulta mucho más ignominioso. Y, sobre todo, es mentir.

Compromís ya se ha retratado. Solo faltaban ellos. El PSOE de Echávarri, desde la tibieza, ya se decantó por el sentido común del «laissez faire, laissez passer», o sea, la prórroga, y de momento ha quitado el asunto de la mesa para ganar tiempo. De Guanyar no se espera diálogo ni razonamiento alguno, ya que ellos se arrogan la autoridad de decidir qué es cultura y qué no, como volvió a afirmar Miguel Ángel Pavón. Las personas les importan un bledo. Unos adalides de la libertad, vamos. Solo quieren acabar con los toros sea como sea, por tierra, mar o aire, y lo mismo les vale un nuevo «pliego trampa» que una consulta popular adulterable. Como propuso en este mismo diario José María Asencio, ¿por qué no plantean una consulta popular sobre Ikea, por ejemplo? A los de Bellido, en fin, que no decían ni mu, la coyuntura les ha planteado un papel determinante en esta decisión del tripartito que les puede acarrear un alto coste electoral. En algunas poblaciones valencianas apoyan sin fisuras los festejos taurinos de toda índole. Son nacionalistas, y las fiestas con toros son mayoritarias en toda la comunidad. En Alicante quieren nadar y guardar la ropa. Y se vuelven a equivocar. Esta vez, además, en lo esencial: no están gobernando para los ciudadanos, sino solo para los suyos. Y de ese pecado pagaremos penitencia todos.

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