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Crítica de arte

El omitido Manuel Baeza

Otro artista alicantino fundamental omitido, es decir, olvidado durante décadas por las instituciones culturales comunitarias, es, sin duda, Manuel Baeza (1911-1986). Manuel Baeza nace en una familia de orfebres, lo que le proporciona los medios para dedicarse a su vocación pictórica casi al completo. Y su maestro principal, como el de todos los pintores alicantinos, será Emilio Varela. Sus primeras experiencias plásticas se dan en el cartel, mostrando un dominio para el diseñó y la innovación compositiva que también desarrollará en la pintura al óleo y en los murales de gran formato. Y si Varela le abre al conocimiento de la modernidad desde la investigación pictórica, la pintura italiana, de Mario Sironi a Massimo Campigli, le aportará el valor de la síntesis para acercarse a las vías de la contemporaneidad. Esta pintura surgida en el periodo de entreguerras buscará en la tradición mediterránea la construcción de una figuración rotunda, esquemática, síntesis pero no abstracción. La referencia a los frescos pompeyanos, los mosaicos de Ravenna, a los iconos griegos y romanos, definirá una respuesta al debate entre abstracción y figuración del momento.

La obra de Baeza es reconocida en Madrid, asiduo a las tertulias del Café Gijón, expone en 1951 en el VIII Salón de los Once, junto a su maestro Emilio Varela, avalados por el reconocimiento de la Academia Breve de Eugenio D´ors: «Baeza, valor nuevo».

Investigando en esta nueva figuración, desarrollará composiciones y temas poco convencionales, como el gallinero, la niña con el molinillo, y trabajará en la creación de la imagen mediterránea. Los motivos marineros, el sol, la palmera, el pescado, el barco, el pescador?, se constituirán como iconos insoslayables de una figuración sintética, de una singular y muy personal iconografía alicantina que ha perdurado hasta nuestros días. Cuando Pancho Cossío viene a vivir a Alicante, Baeza recibe de lleno el impacto de su figuración muy cercana a la abstracción. Los elementos de sus cuadros, la mesa, sus bodegones?, serán manchas significativas en ese juego entre figuración y abstracción y, como muy bien apreciará Ernesto Contreras, «la preocupación por la estructura formal del cuadro, (?) por la composición, pasará a proporcionar al color el mismo importante papel, centrado en extraerle todo su poder expresivo». Los colores terrosos de Cossío serán sustituidos por una paleta más cálida y viva, con una concepción, en el paisaje y el bodegón, a la que se llamó realismo mágico, una obra propia, fundamental para entender los desarrollos de la pintura hasta la actualidad.

La revisión crítica de estos valores de nuestra cultura está por hacer. Alicante, Valencia ignoran a Baeza, por lo que desconocemos el valor de un icono como el mural del Gran Sol, desconocemos nuestra tradición, nuestro patrimonio, de ahí la desconexión entre arte contemporáneo y público.

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