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Fernando Ramón

Opinión

Fernando Ramón

El bordillo de la discordia

En los años 90, en la ampliación de la carretera que une Elche con Santa Pola se reservó un espacio para que hubiera un carril bici que facilitara el transcurrir de los ciclistas, separándolo con un bordillo que delimitara la zona a utilizar por cada vehículo. Ese bordillo terminó desapareciendo con el paso del tiempo como consecuencia de los graves accidentes acaecidos y por la peligrosidad que suponía para la circulación. He visto ahora como una solución de análoga naturaleza se ha utilizado para implantar el carril bici en el Acceso Sur de Alicante. Murete que, a tenor de las evidentes marcas que muestra, en las escasas fechas que el vial está operativo desde que acabaran las obras, ya ha provocado diversos impactos de los automovilistas que congestionan esta avenida. Si a ello le sumamos la angosta anchura de los viales de cada uno de los dos sentidos del tráfico, donde ha desaparecido el arcén y donde en algunos casos se llevan a cabo maniobras con verdadera pericia para evitar el alcance con los elementos fijos, nos iremos haciendo a la idea que la infraestructura creada va a a ser un foco de especial peligrosidad. Pese a que se ha reducido la limitación de velocidad a 50 kilómetros por hora al transformarse en tramo urbano (por cierto, ¿no debería alumbrarse de acuerdo a la nueva calificación?) y aunque cueste acostumbrarse al nuevo trazado habrá que ser extremadamente prudentes para que el bordillo de la discordia no se convierta en triste protagonista de luctuosos episodios de las páginas de Sucesos.

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