Este mes de agosto he practicado mi derecho a la pereza y a la desconexión, pero algunos hechos, y por distintas razones, no me han sido indiferentes.

Todos hemos oído la expresión «que duro es ser turista», posiblemente lo habremos sufrido en carne propia alguna vez y va camino de convertirse en práctica de riesgo. Para ratificarlo, el mes de veraneo por antonomasia empezó con la huelga de los vigilantes de seguridad en el aeropuerto de El Prat, que provocaron colapsos en las dos terminales del aeropuerto barcelonés y el anuncio de una huelga indefinida a partir del 14 de agosto aplazada tras los atentados de Barcelona y Cambrils, si bien ya han anunciado que retomarán la huelga a partir del 8 de septiembre. Gobierno central y Guardia Civil acudieron al rescate, laudo incluido de obligado cumplimiento, ya veremos para quién.

Y a la vez empezaron las manifestaciones y actuaciones contra el turismo en Barcelona a cargo del colectivo Arran, asociación de la izquierda independentista vinculada a la CUP, donde arremetieron contra un autobús turístico que pararon en plena calle, pinchando ruedas y realizando una pintada en la luna delantera con el mensaje «El turismo mata los barrios». Y siguiendo con mas pinchazos, esta vez en las ruedas de las bicicletas de alquiler, vehículos principalmente usados por turistas. El colectivo, además, ha protagonizado actos similares en Palma de Mallorca, en la zona del puerto, donde encendieron bengalas de humo mientras mostraban pancartas con lemas en contra de la presencia de visitantes extranjeros del tipo «Aquí se está librando la lucha de clases» o «Tourism kills Mallorca» y también protestas en València, ya que las acciones se enmarcan, según un comunicado de Arran, en un «gran ciclo de movilizaciones en los Països Catalans contra el turismo masivo». También en el País Vasco hubo actuaciones en el mismo sentido. Sugerencia: las próximas pancartas y/o pintadas expresadas en mandarín o japonés, porque más del 70% del turismo en el mundo proviene de países asiáticos, según las últimas estadísticas.

Idioma aparte, estos ataque fueron portadas de los tabloides ingleses y recogidos en la prensa de las capitales europeas, motivo de preocupación entre empresarios del sector y políticos, y a extenderse el uso de la palabra «turismofobia» en medios de comunicación,relacionándolo con nuestro país, ante el asombro del españolito de a pie que no nos reconocemos con esa cualidad.

Y de repente una furgoneta blanca arroyando la tarde del día 17 a decenas de personas en las Ramblas fundió a negro a todo un país. Los atentados de Barcelona y Cambrils han dejando 16 muertos y más de un centenar de heridos.

Niza, Berlín, Londres, Estocolmo, ocho atentados con atropello en Europa en el último año, forma indiscriminada de atentar que conmociona, todos reivindicados por ISIS.

Este episodio que ya forma parte de nuestra historia todavía está abierto y es objeto de análisis a todos los niveles, por lo que sería por mi parte muy pretencioso intentar hacerlo en estas líneas.

Solo decir que yo «sí tengo miedo», miedo sano, no paralizante, porque estoy viva. Como resumen los budistas, «muy pocas veces no tenemos miedo. Sólo cuando sentimos pánico», y pánico nunca debe tenerse.

Cuanto más se sabe, más parece lo ocurrido la Crónica de una muerte anunciada. Llegas al convencimiento de que ni la mejor policía del mundo podría impedir todos los atentados, pero no por ello deben dejar de intentarlo, buscar minimizarlos y estar coordinada.

Los terroristas de cualquier ideología son rápidos para incorporar a sus métodos, el potencial de las nuevas tecnologías y, si como ya ocurre, han atravesado la barrera de atacar indiscriminadamente, objetos cotidianos al alcance de cualquiera en su entorno, como vehículos o cuchillos, sirven a sus fines. Y la realidad es que en las ciudades atacantes y víctimas vivimos codo con codo.

Pero la vida siguió y nuestro español universal, Nadal, volvió a ser el número uno del mundo, y el desafuero del fútbol a apabullar con los consabidos fichajes millonarios de sus astros Mbappé, Neymar, o Dembélé.

Y la naturaleza nos regaló dos efemérides astronómicas: un eclipse lunar coincidiendo con la salida de la luna llena, doblemente romántico, y un eclipse total de Sol de los más esperados del siglo, que en España nos proporcionó un hermoso atardecer coronado con el astro eclipsado parcialmente. También trajo la devastación en forma de huracán, bautizado como Harvey, a tierras de Texas y, ya como tormenta tropical, a Luisiana.

Y el drama familiar de Juana Rivas, sus hijos y el padre italiano convertido en el culebrón mediático del mes, donde, como siempre ocurre en casos judicializados, todos han opinado porque, ¿quién no llevamos un abogado dentro? Y alguno hasta un juez.

Y como Will Smith, una hormiga puede afirmar «Soy Leyenda», porque desafiando a todos los medios de protección, seguridad y custodia, se ha paseado por el busto de nuestra Dama. Han saltado las alarmas, pedido explicaciones y exigido responsabilidades poniéndose en duda la eficacia de los custodios del museo.

Pero más que demérito del humano entiendo que es mérito del insecto, que, perteneciente a la familia formicidae, gozan de características únicas. Podría tratarse una hormiga soldado cuyo instinto es el desafiar las normas, o descendiente de Ázcatl, la hormiga roja sagrada o del dios azteca Quetzalcóatl.

Cuenta la tradición oral que Ázcatl rebeló Quetzalcóatl, donde se encontraba la Montaña de la Alimentación, para lo cual el dios se convirtió en hormiga negra a fin de poder seguirla por los lugares tan pequeños por donde transitaba la hormiga en el interior de la montaña hasta llegar a un lugar donde había montones de granos de maíz, que Quetzalcóatl entregó a los hombres para que saciaron su hambre.

Los mitos y leyendas que rodean a estos insectos son abundantes y, para tan decidido ser, la estanqueidad no debe ser muy difícil de acometer.

Finalizado el verano, bienvenidos a la rantrée.