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La vida es sueño: Castillo de Santa Bárbara

Una sombra, una ficción

A la necesaria depuración del espacio, de las situaciones y del lenguaje le añadimos la adaptación y dramaturgia de Carles Alfaro y Eva Alarte

La segunda edición estuvo ahí tras el contratiempo climatológico. En un lugar que volvió a acoger el Festival de Teatro Clásico de Alicante, que patrocina el Ayuntamiento con la importante aportación, a partir de este año, del Instituto Valenciano de Cultura y con la idea de la internacionalización en cuanto a producciones iberoamericanas se refiere. Es muy habitual que los clásicos contribuyan a la realización de versiones con licencia para experimentar y cambiar las formas pero sosteniendo el espíritu con más o menos fortuna. A la necesaria depuración del espacio, de las situaciones y del lenguaje le añadimos la adaptación y dramaturgia de Carles Alfaro y Eva Alarte. Reducen el drama de Calderón a lo esencial con los atemporales conflictos entre cuatro personajes imprescindibles, sobre todo Segismundo, portador de la tesis de lo que en el Siglo de Oro se denominó «comedia filosófica». Como no puede ser de otro modo, esta actualización sostiene la poética y las cuestiones metafísicas planteadas por el dramaturgo en el s. XVII, y el castillo de Santa Bárbara se llenó el viernes con un público que entendió bien el tema central de La vida es sueño. La necesaria libertad de las personas para configurar sus vidas en este teatro de apariencias que es la realidad. La tarea de los actores requiere esa cierta musicalidad del verso y la naturalidad precisa para difundir el peso de la palabra, pese a la afectación de los personajes que asumen Vicente Fuentes, Alejandro Saá, Enric Benavent y Rebeca Valls. Es decir, el rey, el príncipe encadenado, el fiel cortesano y padre secreto de la joven dispuesta a restaurar su honor, uno de los asuntos vitales del teatro barroco. La debilidad, la angustia existencial o la firmeza quedan interpretadas, bajo la dirección de Alfaro, con mucho acierto. Mastican las sílabas perfectamente, y todo llega con absoluta nitidez. La figura geométrica de un cubo es la cárcel en la que se halla Segismundo. Los monólogos predominan. Destacan los dos famosos de este personaje principal, así como los reducidos hechos de la acción dramática, la densidad y la reiteración sintetizan la pieza con el propio estilo de la veterana compañía valenciana Moma Teatre.

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