Se acaba el verano. Y a la vuelta de la playa empieza a caerse la piel morena en una especie de roña oscura. Es el mismo proceso cada año. Parecemos gusanos mutantes. Este verano ha dado tantas noticias y comentarios que les pido a mis lectores disculpas por no haber estado junto a ellos. Necesitaba un descanso, y ustedes descansar de mi.

Pero recuerdo un comentario muy acertado de Juan Marsé a propósito de la comedia bufa catalana. Osó describir a la jauría de la CUP como «roña ideológica». Me pareció tan acertado su comentario y tan plástico que he decidido retomar mi columna dominical con ese argumento teatralizado.

Lo de Cataluña no se ha escrito todavía. Es un serial que nos tiene a todos atrapados. Cuando no se van a Suecia a abrir una «embajada catalana» y no va ni el Tato. Si no llega a ser por el «casteller» que se llevaron, parecía una fiesta de verano bajo una carpa barata de un bloque de vecinos. Les faltó la cabra y el organillo, aunque eso igual les pareció muy español. Y ya saben que los de la CUP lo de la cabra les puede parecer un abuso animal, o el recuerdo de la Legión.

Tan enrevesado está lo de Cataluña que en la historia futura de este país, llamado España, se estudiará a este grupúsculo por sus veleidades. Recuerden aquello de criar a los hijos en comuna, o procrearlos, que ya no recuerdo cual era la brillante idea. Lo de hablar en femenino para eliminar el machismo, o el vestir todos iguales, para que los sexos sean uno solo. Si de verdad queremos «guardar» las esencias de la CUP convendría hacer un museo etnográfico. Que hay cosas que la sociedad no puede olvidar. Y me temo que después de haberlos «probado» en las instituciones, esta especie rara avis, desaparecerá, y volverá a las cavernas, de donde nunca tuvieron que salir.

Vaya Cataluña próspera, burguesa y europea en manos de unos vende mantas con lenguaje marxista de la peor roña ideológica. Como si el marxismo no se hubiese padecido, como el nazismo, en Europa. En el mundo. Todas esas tontunas que necesitarían que volviese Martes y Trece para inmortalizarlas en parodias televisivas.

Pero hemos llegado aquí por un hartazgo ciudadano de padre y señor mío. En Alemania votaron a la Merkel para arreglarlo y en Cataluña a los antiguos cobradores del 3% junto a los okupas. No parece lo mismo. Pero todo viene del tronco común de la educación. Alemania tuvo dividida su familia entre demócratas y comunistas. Y cuando pudieron mandaron el comunismo a mamarla a Parla. Y en Cataluña, años de educación sectaria nacionalista ha sembrado la disputa y la secesión. ¿Qué esperaban de la «dulce» inmersión lingüística? ¿Qué esperaban de una enseñanza de la historia retorcida para instaurar una nueva colectividad engañada? Sin libertad de enseñanza solo hay rasgos totalitarios. Ya lo saben y han padecido en muchos estados europeos. Es la libertad de enseñanza la que no les gusta a los nacionalistas. No vaya a ser que empecemos a hablar de las guerras que en Europa han provocado los nacionalismos, algunas antes de ayer.

Pero este año, este verano, ha sido el mayor éxito de nuestro turismo. Hemos batido todos los records y eso supone una economía más ágil, más dinámica, y más puestos de trabajo para sacar a la gente del puto paro. Esa lacra que destroza familias y sociedades. Y ayer mismo firmaba en nuestro periódico una genial información Sol Giménez a propósito del decreto, mal llamado, de plurilingüismo. El decretazo del sectario Marzà es un vuelco a la ideología nacionalista. Solo vale lo que ellos dicen, Aquí no quieren votar, porque se les iban a acabar los argumentos democráticos. Y los educativos. En los tres programas, los alumnos podrán estudiar de 0 a 2 horas de inglés. Mucho valenciano. Eso sí. Para que el próximo verano podamos atender a los millones de extranjeros. Cero inglés supone cero avance en la educación. O abandonamos esta roña intelectual que nos hace creer que el valenciano es más importante que el inglés, o nuestros hijos seguirán a la cola del mundo en niveles educativos. No tienen arreglo. Ustedes pueden quitarse esta roña, cada verano, o en las próximas elecciones. Dicho en valenciano de Elda, «a fer la mar!».