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Huérfanos de temple

Cuando se precipitó la operación a comienzos del mes se auguraba la llegada de septiembre como el límite más optimista ante su regreso a los ruedos

Caían las hojas del calendario agosteño y los aficionados alicantinos (y del resto del orbe taurino) esperaban con ansia una noticia halagüeña sobre la recuperación y posible vuelta a los ruedos de José Mari Manzanares. Cuando se precipitó la operación a comienzos del mes se auguraba la llegada de septiembre como el límite más optimista ante su regreso a los ruedos. Sin embargo, estos últimos días se han ido anunciando los distintos sustitutos del torero de la «terreta» en los distintos feudos en los que estaba anunciado, lo que confirma que la recuperación de la lesión vertebral será más lenta de lo previsto: Perera en Murcia, Albacete, Valladolid y Logroño, Castella en Ronda, Román en Valladolid (estaba anunciado el alicantino dos tardes en la capital pucelana), Cayetano en Salamanca... Las bajas igualmente inesperadas de Morante por decisión propia y de El Fandi por lesión (aunque el granadino ya está listo para reaparecer) habían trastocado profundamente muchas ferias septembrinas. Con los ejemplos anotados, ya se puede apreciar cómo los grandes empresarios (o sea, el cogollo del tan manido «sistema») se toman la supuesta renovación del escalafón. Salvo en el caso del joven valenciano Román, nadie se ha acordado de todos los jóvenes triunfadores de las primeras ferias del año. Obviaremos cualquier observación, pues quedan claros los matices y las respuestas.

Y nos dejó agosto llevándose por medio a una de las mejores personas que se han vestido de toreros y han defendido la seda y el oro con mayor honradez. Dámaso González, albaceteño de pro, nos dejaba el pasado el pasado 26 de agosto. El cáncer, esa terrible enfermedad que se esconde tras la vuelta de la esquina, se le presentó de manera irremediable y nada pudo hacer ante él el bravo manchego, tan templado siempre ante los astados más complejos. Había tomado la alternativa en nuestro querido Alicanteto el 24 de junio de 1969, ejerciendo como padrino Miguel Mateo « Miguelín» y como testigo « Paquirri» ante toros de Flores Cubero. Aquella tarde se hizo famosa por la cantidad de cogidas que sufrió el torero, algo mermado de facultades. Siempre estuvo ligada su vida con nuestra ciudad. Incluso encontró la felicidad matrimonial con una alicantina, Feli Tarruella, por lo que era cuñado de Luis Francisco Esplá. Numerosas fueron también sus actuaciones en el coso de la Plaza de España, donde contaba con muchos incondicionales, sobre todo en los tendidos de sol. Cuando Dámaso se llevaba al toro al ruedo de la solana, el triunfo estaba asegurado. Entre los hitos de la carrera del torero manchego destacan la salida a hombros en Las Ventas el 25 de mayo de 1979 al desorejar a un toro de la ganadería de La Laguna. Su relación con la afición capitalina desde entonces vivió altibajos. En la década de los ochenta, la sección más dura de los tendidos madrileños incluso llegaba a contar en voz alta con desdén los muletazos que el diestro daba a los toros. El reencuentro definitivo se produjo el 2 de junio de 1993, año en que se anunció su retirada por primera vez, ante un torazo de Samuel Flores al que le cortó una oreja. Escribía Joaquín Vidal al día siguiente en su crónica: «El fundador del toreo contemporáneo dice adiós y deja que la torería en masa desarrolle sus enseñanzas (...). Algunos han llegado a hacer del toreo de don Dámaso un calco, y la única diferencia apreciable sería que son más altos, más rubios y más con los ojos azules». Le criticaba el célebre cronista la colocación y el abuso del pico de la muleta. Sin embargo, nadie podrá negarle al diestro de Albacete que en su mano derecha anidó el más mecido de los temples que en la historia del toreo han sido. En julio de ese año indultaba al toro «Gitanito», de Torrestrella, en Valencia. Pese a sus cuellos de camisa y corbatín imposibles, pese a la reiteración a veces excesiva de pases y más pases en trasteos de larguísimo metraje, Dámaso deja para la eternidad un sello de templanza imborrable. Y ese péndulo tan personal que dibuja su perfil para los anales. Tras varios conatos de vuelta al circuito taurino, se retiró definitivamente el 17 de septiembre de 2003 en Murcia.

Su altura profesional solo fue superada por la personal. La humildad y bonhomía del pequeño gran torero. En el homenaje que le rindieron los «Amigos de Nimes» en 2009, o el más reciente que le dispensó la «Peña Pacorro», sus amigos alicantinos disfrutaron de la naturalidad de un hombre que, con todo conseguido en una profesión tan dura, siempre recordaba con agrado y melancolía la ilusión de aquellos primeros tiempos en los que, a pesar de los estrecheces económicas, la ilusión le posibilitaba una felicidad inmensa. Un pequeño gran hombre. Un pedazo de torero. Este 2017 nos deja más huérfanos todavía. Sit tibi terra levis, maestro.

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