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Joaquín Rábago

Poca calidad democrática

Que después de todos los escándalos de corrupción de su partido que conocemos, Mariano Rajoy siga presidiendo el Gobierno de la nación habla muy mal de la calidad democrática de este país.

A uno le repugna el espectáculo de los ministros y diputados del PP aplaudiendo con sonrisas de oreja a oreja a un Rajoy henchido de orgullo por haber conseguido torear una vez más a la oposición.

Aplaudiéndole, entre otras cosas porque saben que mientras sea jefe del Gobierno, sus escaños están garantizados, y eso es lo que más les importa.

No seguí por televisión el debate - a veces es mejor para la salud-, pero leo que el Presidente no mencionó ni una sola vez los casos de corrupción de su partido, la caja B, los sobresueldos ni la destrucción de ordenadores.

Todo lo cual era, según sabemos, el motivo de la sesión, pero ya se sabe que el líder del PP es un maestro a la hora de escurrir el bulto, de hacer siempre como si la cosa no fuera con él.

Demostrando que tiene una piel de elefante, Incluso se permitió retar a la oposición a presentar una nueva moción de censura.

La prepotencia de un Gobierno que ni siquiera tiene ya la mayoría absoluta que le permitía antes hacer y deshacer a capricho muestra, más que su propia fortaleza, el deplorable el desmayo de toda la oposición.

La oposición de unos partidos de izquierda demasiado entretenidos en sus pugnas internas, que a nadie más que a ellos interesan, y de unos nacionalistas preocupados sólo de conseguir ventajas para su porción del territorio sin que parezca importarles nada lo demás.

Pero nada de eso sería posible si existiera en el país una opinión pública convencida de que no hay peor lacra en una democracia que la corrupción y que escándalos como los que ha protagonizado el PP en tantos lugares del Estado no deberían haberse nunca tolerado.

Mientras el PP logre seguir convenciendo al país de que el único problema que éste tiene es la amenaza, por desgracia real, de separación de Cataluña y lo utilice además como chantaje para reclamar la adhesión del resto de los partidos, poco habremos avanzado.

Porque si algo podría convencer a muchos catalanes de que tendrían más que ganar dentro que fuera de España es garantizándoles que ese marco más democrático y una sociedad más justa que reclaman es una exigencia común y no sólo de esa parte de España.

Sería la única manera de impedir que los separatistas puedan argumentar a propósito de los del tres por ciento, parafraseando la frase atribuida al presidente Roosevelt a propósito del dictador Somoza, "serán unos corruptos, pero son nuestros corruptos”.

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