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Desde mi terraza

Arrancà de cavall...

... parà de somera. Es decir «Arranque de caballo y parada de burra». Este conocido dicho tan valenciano, y por lo visto con origen en la localidad alicantina de Petrer, nos define muy bien; y es que cuando los alicantinos nos lanzamos a acometer un proyecto, defender una causa o promover cualquier iniciativa, ponemos en ello alma, corazón y vida. Ya se sabe que la española cuando besa es que besa de verdad. Pero por lo general sucede que ese ímpetu inicial se desinfla con la misma velocidad con la que arranca, o bien va languideciendo hasta que se olvida el objeto de nuestro entusiasmo. Me viene a la memoria la campaña que se inició hace unos meses con el lema Salvem el Ideal, por el que unos voluntariosos y concienciados ciudadanos se propusieron recuperar el céntrico edificio que en su momento fuera uno de los cines más importantes de la ciudad, y que lleva años sumido en el más completo abandono, como si la falta de celo de los propietarios y el desinterés municipal estuvieran de acuerdo para que el edificio sucumba a la piqueta y se sume a la especulación inmobiliaria que Alicante ha sufrido en el último medio siglo; que yo sepa, las numerosas ideas que se barajaron duermen el sueño de los justos. Algo parecido ha sucedido en los últimos dos meses con el asunto del déficit del Teatro Principal correspondiente al año 2016, que puso en la piqueta al director del teatro por parte de un sector municipal; la bronca sufrida por el señor Sanguino suscitó un montón de adhesiones y provocó el posicionamiento del sector más progresista de la cultura para que la propiedad del teatro se definiera de una vez por todas sobre el papel de un teatro público en una sociedad moderna y democrática como la alicantina, y tomara conciencia de que con la subvención asignada no se puede hacer milagros. INFORMACIÓN publicó un acertado y clarificador artículo del señor don Manuel Sánchez Monllor, quien en su momento me sucediera en la dirección del teatro, en el que, conocedor del asunto, proponía dos soluciones contundentes: o aumento de la subvención o abandono de la idea de un teatro público, de nivel artístico elevado y que responda a las exigencias del momento, con la participación indiscutible de la Consellería de Cultura, haciéndose responsables los propietarios de la asunción total de las deudas y dotar a continuación al teatro de los medios económicos suficientes para cumplir el objetivo deseable. Pues bien, también que yo sepa no se ha hecho público ningún tipo de solución ni tampoco un nuevo planteamiento de futuro del teatro, lo que no presupone la certeza de que las negociaciones no hayan continuado con un tratamiento interno; ojalá que sea así. Finalmente no quiero pasar por alto el tema de la limpieza de la ciudad; también este periódico publicó otro artículo del profesor de Economía de nuestra Universidad D. Carlos Gómez Gil, que puso el dedo en la llaga en un análisis tan realista como demoledor, admitiendo que la limpieza de la ciudad es ya un caso endémico puesto que el descontento general viene de años atrás. Y aquí no caben justificaciones municipales. El que últimamente se haya producido una huelga de celo por parte de los trabajadores de la concesionaria de la limpieza no justifica el deplorable estado de nuestras calles desde hace muchos años, hasta el punto de ser la queja principal de los ciudadanos. Cada día hay menos papeleras en las calles, y en las que quedan es mejor no acercarse demasiado a ellas so pena de quedar pegado al suelo de por vida por la mugre existente en sus bases, situación acrecentada este verano ante la masiva visita de turistas; por no hablar de la aparición de roedores a las mismas puertas de edificios emblemáticos, fomentada por el intenso calor de este año. Lo cierto es que así ni debemos, ni queremos ni podemos seguir y, a pesar de que las recientes lluvias hayan aliviado algo la situación, se impone seguir los consejos del profesor citado: acometer una limpieza de choque en toda la ciudad, en el centro y en todos los barrios, y concienciar a los ciudadanos de la necesidad de un comportamiento cívico adecuado, haciendo uso si fuera necesario de métodos más expeditivos que los consejos como son las sanciones severas. Ojalá que mis reflexiones en los temas citados tengan alguna repercusión, para evitar ser titulares del refrán valenciano de la Arrancà de cavall.

La Perla. «Algunos se equivocan por miedo a equivocarse» (G.E. Lessing. Dramaturgo y pensador alemán del Siglo XVIII)

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