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Arturo Ruiz

Opinión

Arturo Ruiz

Debatamos

Las calas escarpadas donde aprendimos a nadar están hoy repletas de toallas, colillas y botes reventados, el bar donde el abuelo celebraba los aperitivos con los amigos te atraca a mano armada si pides una cerveza y durante dos meses olvídate de aparcar, dormir y respirar. Por eso hay gente cansada del turismo. No es turismofobia, algo deleznable porque jamás se puede atacar al forastero que visita tu casa, y estúpido, porque en la costa alicantina subsistimos solo de esto. Hablamos de otra cosa, de un debate sobre el modelo turístico plagado de verdades incómodas que acaba de abrirse y que no convendría obviar. Hace años, un experto en la materia dijo que «un lugar bueno para vivir es un lugar bueno para visitar», intentando conciliar en un bello ideal los anhelos de vecinos, turistas y empresas turísticas. Pero tal precepto salta por los aires por culpa de la masificación, del exceso de visitantes para territorios que no dan más de sí y que atrapa a los vecinos en su propia ciudad, que de pronto ya no es buena para vivir. Y quizás tampoco para visitar: en destinos de esta provincia que aspiraban a una cierta exclusividad, algunos turistas con apartamento propio alertan de que volverán en septiembre porque en agosto no pueden dar un paso por tanta calle atestada. Y así, de pronto, las tasas de gasto turístico ya no crecen. Cuidado. El turismo amaga con morir de su propio éxito. Volvemos a construir más casas y más circunvalaciones para atraer más gente y más vehículos. O sea, que seguimos avanzando en una sola dirección, que podrá ser la más rentable a corto plazo, pero que es la de siempre. Habría que explorar otras alternativas. Debatamos.

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