¡Qué recuerdos trae el verano! Siempre recordamos la infancia y adolescencia en esta estación más que en las otras.

Además, creo que la luz y el calor del verano dejan memoria indeleble en las retinas y en los recuerdos. Allí, por la Playa de San Juan, a la altura de la hoy sepultada islita, cerca del Cabo, íbamos andando desde Nueva Avenida, un kilómetro más o menos, entre dunas, tomateras y algún que otro fardacho. Llegabas sudando y el baño era más reparador que nunca. Teníamos que esperar una hora para bañarnos porque a alguien se le ocurrió decir que eso era bueno para hacer la digestión y casi asó a una generación entera bajo el sol del verano.

Luego cogíamos cangrejos y nos tirábamos todo el día bañándonos, jugando y perdiéndonos ?literalmente? por la playa una y otra vez. Mi padre llevaba a hombros a los niños perdidos por toda la orilla buscando a sus padres, hasta que pusieron megafonía. Recuerdo qué bien sabían unas galletas con sabor a limón que me daba mi madre entre baño y baño y, sobre todo, el momento mágico del día: cuando el heladero ambulante de la playa necesitaba la ayuda de tres o cuatro niños para subir su carrito azul lleno de coyotes, cortes y polos por la cuesta y engancharlo a su Citroën dos caballos. Tras el esfuerzo nos regalaba un polo a cada uno (rotos o con desperfectos), la primera recompensa por un trabajo que recibí en mi vida, esos helados sabían mejor.

La convivencia con los vecinos de apartamentos o de sombrilla, casi todos madrileños, nos abrió los ojos a que había más mundo que nuestra pequeña ciudad de «provincias», como decían ellos. Y las francesas nos invitaban a intuir que existía un más allá sugerente. El turismo nos abría la mente al mundo.

Alicante tenía cosas que ofrecer a los turistas. Ya estaba debatiéndose entre ser un destino turístico o una ciudad de servicios. No había un fin definido y seguimos igual. Si no fuera así no se explica que la gran mayoría se vaya de vacaciones en plena temporada turística. Parece una tontería y sé que todos tenemos derecho, pero es algo incongruente que en el momento en que más gente nos visita, cuando más podemos mostrar u ofrecer, se den ausencias graves, salas de museos cerradas, comercios que no abren hasta septiembre, falta de promoción interna de qué hacer, qué visitar, qué singularidades ofrecemos y comunicarlo.

En Florencia me comentaron que la gente que tiene negocios que tienen que ver directamente o tangencialmente con el turismo se toma sus vacaciones en octubre. Parece lógico, aunque es cierto que muchos de ellos no vuelven a trabajar hasta Navidad.

En positivo creo que el turismo y lo que ello supone necesita más atención, más trabajo y sobre todo mucho criterio. Definirnos de una vez, trabajar por ello y ser consecuentes. Nuestra oferta cultural, museística, gastronómica, patrimonial debe estar lista para revista cada día toda la temporada, verano especialmente. La ciudad limpia, con promociones propias endógenas y con gente atenta a lo que pasa. ¿Es mucho pedir? Así tendrán buenos recuerdos de Alicante los niños de hoy, padres de mañana.