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Opinión

¿Quién odia al turismo?

Un grupo de zascandiles de la nueva política andan alborotando este verano por Baleares y Catalunya con pintadas, pegatinas y otras acciones de boicot contra el turismo masivo. Se ha dado en llamar turismofobia a esta sucesión de majaderías. A estas alturas de la Liga, da pereza recordar a estos intransigentes cachorros la importancia estratégica que tiene en lo económico y en el mercado laboral la primera industria de este país. De modo que hay que ir más allá de esas necias travesuras para analizar en serio quién odia al turismo en España; y más en concreto en nuestra Costa Blanca. Y resulta que esa fobia no es exclusiva de la muchachada radical surgida en los tiempos del cambio político reciente, sino que es mucho más cotidiana, cercana y hasta oficial. ¿Cómo, si no, se explica que no haya transporte público nocturno en El Altet en plena temporada alta en uno de los aeropuertos turísticos con más tráfico de España? Se gastaron miles y miles de euros en rotulación y señalética para incluir el nombre de Elche en la denominación, pero se olvidan de los usuarios, sean o no turistas. ¿Y qué pensar de la capital de la Costa Blanca con una huelga de basuras en medio de una de las olas de calor más intensas que se recuerdan? La ciudad está más sucia que nunca, las ratas de cuatro patas pasean a sus anchas por las calles del centro y las algas se acumulan en las playas. Al mismo tiempo, la entrada sur que conecta con el aeropuerto sigue a medio gas; se ahuyenta a toda costa a Ikea para que se vaya a otro municipio y se penalizan el turismo comercial y de ocio... A las nuevas camadas de la turismofobia no se les puede tomar en serio. Pero, ¿qué hacemos con los demás? ¿No es para botarlos? Con b de boicot.

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