La mejor crisis es la que nunca existió, pero para que ello ocurra, hay que planificar las cosas adecuadamente. Desgraciadamente, es poco probable que se reconozca un buen trabajo en este sentido». Algo así les contaba a mis alumnos cuando veíamos el tema de gestión de crisis (en este caso tecnológicas). Vimos la historia del famoso efecto 2000, que amenazaba con inutilizar muchos de los sistemas informáticos que solo consideraban como significativas las dos últimas cifras del año. Se hizo un buen trabajo entonces por un sinfín de profesionales de la tecnología , por supuesto también hay que agradecer a los muchos directivos que consideraron que era necesario prever antes que lamentar. A los pocos días del año 2000, aquello se había olvidado, ya que solo se habla de las crisis que terminaron mal y se tiende a olvidar las que se gestionaron bien.

En Informática, todas las precauciones que suelen tomar los responsables del servicio no suelen ser bien recibidas por los usuarios, ya que en ocasiones, provocan ciertos inconvenientes a la libertad total de trabajo. Copias de seguridad, actualizaciones de sistemas, inutilización de puertos usb, limitación de correos, identificación de usuarios y algunas más tratan de impedir que un desastre pueda destruir el sistema informático de una organización. Cuando no pasa nada, todo parece una «paranoia de los informáticos», sólo cuando ocurre alguna catástrofe es cuando se lamenta no haberlas implementado.

Cuando hablamos de terrorismo, casi nunca hacemos caso de las noticias acerca de detenciones de personas que presuntamente iban a atentar. En ocasiones parecen noticias que justifiquen un estado de las cosas o los presupuestos de determinadas instituciones. No es así, las empresas que sobreviven son las que mejor se enfrentan a las situaciones complicadas. Como decía Warren Buffet: «Solo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo».

El atentado de Barcelona ha dejado en mal lugar a muchos responsables que deberían haber tomado una serie de acciones ante el primer atisbo de peligro, e incluso a otros que deberían haber actuado mucho antes. La explosión en un chalet en un pueblo cercano a Barcelona debería sin duda haber desatado las alarmas, cosa que solo hizo a las pocas horas de contar los muertos. Los famosos bolardos protectores, que no se utilizaban en Barcelona, eran una protección de escaso coste y molestias para los usuarios que hubiesen impedido la masacre. La falta de seguimiento y la cancelación de la orden de expulsión del cerebro del atentado dejan también muchas incógnitas a la hora de las decisiones judiciales que se emplean en nuestro país.

Más allá de las acusaciones políticas de «la culpa fue tuya y no mía», yo entiendo que una vez más, esto nos debe hacer conscientes de que existe una grave amenaza para nuestra sociedad. Solo falta saber cómo debemos organizarnos y a qué estamos dispuestos a renunciar para limitarla.

En Informática el mundo sería muy feliz, sin «hackers», ni rotura de los discos duros, ni caídas de la red, pero sabemos que suceden. Solo se trata de estar preparados para cuando ocurran. Contra el terrorismo debe ocurrir lo mismo. El mundo sería muy bonito si todos fuéramos hermanos y felices, pero parece que tampoco es así, ni tampoco es sencillo convertir el mundo en ese modelo. No creo que se trate de tomar decisiones como las de la expulsión de los moriscos como proponen algunos. Tampoco negar la mayor como proponen otros y culpar a la sociedad europea de que a unos inmigrantes subvencionados les entren unas ganas locas de atropellar y acuchillar a la gente.

Quizá se trate de dejar este asunto en manos de los profesionales y que los políticos no traten de sacar rédito del atentado (hemos sufrido mucho en este país con estos temas durante mucho tiempo). Igual que nadie obligaba a los terroristas de ETA a asesinar en democracia, nadie obliga a los yihadistas a hacerlo. Cuando se tuvo claro lo primero, ETA fue poco a poco languideciendo. Creo que sería un buen punto de partida, pero parece que estamos lejos de ese punto, desgraciadamente Podemos, Compromís y otros partidos nacionalistas todavía prefieren ser meros observadores del pacto contra el terrorismo yihadista.