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Crítica musical

Noche Mágica

Proms sinfónico en el Auditorio de la Diputación de Alicante

La presentación de Pedro Piqueras, interviniendo en varias ocasiones, puso el arranque al Proms Sinfónico, un concierto solidario para poner el cierre al Festival d'Estiu. Antes del minuto de silencio por las recientes víctimas, el auditorio lleno escuchó El canto de los pájaros, tema tradicional, con versión de Pau Casals, considerado como símbolo de paz y libertad en Cataluña y en el mundo. Doblemente emotivo con la poética música que imprimen la dulce partitura y la Orquesta Residente del ADDA, dirigida por el aclamado director musical y artístico Josep Vicent. La pantalla acogió imágenes en directo de los músicos y del expresivo rostro de Vicent, además de un lazo negro al principio. Candide overture corresponde a una opereta de Bernstein, quien en 1989 estrenó en concierto una versión final revisada. La obra se basa en la novela de Voltaire, que crítica irónicamente los defectos y problemas de la humanidad. Una agitada pieza, melódica y grandilocuente que dio paso al Concierto en sol mayor, de Maurice Ravel. El primer movimiento lleva la vivacidad en las venas, acentuada al concluir, y el estilo del jazz y de los ingredientes clásicos, como ocurre en el tercero. El segundo muestra el suave comienzo del prestigioso pianista Joaquín Achúcarro y el protagonismo del corno inglés. Fluye el impresionismo de Ravel y el de todos los instrumentistas con el magistral piano. Los aplausos le empujan y toca Preludio y nocturno para piano solo y la mano izquierda, Op. 9, bella melodía del innovador posromanticismo de Scriabin. Interpreta como si lo hiciera con las dos y vuelve a exhibirnos su sabiduría. En la segunda parte, El pájaro de fuego, de Stravinski, que se concibió como ballet a partir de historias folclóricas rusas. La difícil orquestación descubre la sensibilidad y la capacidad explosiva de los músicos y de Josep Vicent. El relevante bailarín-coreógrafo Igor Yebra exhibe sus ágiles posturas y potentes acciones, con profunda mirada, apoyándose en el Bolero, de Ravel, esa sensual música con deliberada reiteración y efectos orquestales. Achúcarro y Yebra obtuvieron estatuillas, y el caluroso público logró notas musicales de obsequio.

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