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Jorge Fauró

Opinión

Jorge Fauró

Turismo, filias y fobias

El verano nos ha traído dos nuevos palabros: turismofobia y turismofilia. Este periódico ha sacado esta semana dos fotos de portada que definen uno y otro concepto: la que publicábamos en la edición de ayer, con un empleado de hotel regalando una sonrisa y una flor a una clienta recién llegada; y la del día anterior, que mostraba una cola deprimente de viajeros que acababan de aterrizar de madrugada en el aeropuerto de Alicante-Elche y se encontraban sin medio de transporte que les llevara a su hotel o apartamento.

La sonrisa y la flor constituyen lo habitual en la industria hotelera provincial, pero no está de más que una gran cadena lo recuerde de vez en cuando. Del lado contrario, pocas cosas hay tan desagradables en el ánimo de un viajero como la inseguridad cuando llega a un destino que desconoce; y muy pocas tan negativas para la imagen de un destino turístico (y para un país) como la primera impresión que recibe el turista. Sobre todo, cuando su agencia de viajes le ha insistido en que El Altet se encuentra entre los cinco primeros aeropuertos de España.

Vaya por delante que los taxistas de Elche están exentos de culpa. Es de prever que con una ciudad en fiestas, el servicio está más que saturado en el casco urbano.

La Administración no debe olvidar que El Altet sirve a pasajeros con fines de etapa muy diferentes: Elche, Alicante, Benidorm, Torrevieja, Dénia o Murcia. No arreglar el problema ni asegurarse de que la primera impresión del turista sea la de un país moderno, es otra forma de animar al viajero a que no vuelva más. Y eso, precisamente, es la turismofobia.

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