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Desde mi terraza

Serpientes de verano

Llegó el Ferragosto, nombre por el que se conoce al día 15 de agosto en Italia, y con él llega la última parte del veraneo masivo español; septiembre es aún un mes veraniego, pero especialmente para los foráneos de cada ciudad puesto que «los invasores», por lo general, ya se incorporaron a sus puestos de trabajo. Y como cada año, y a falta de noticias relevantes dada la calma chicha de toda actividad, tanto institucional como privada, aparecen noticias irrelevantes que se elevan a la categoría principal, son las noticias conocidas como «Serpientes de verano». Y este verano español ha estado invadido por esos reptiles, aunque hayan sido casi todas simples culebras casi inofensivas. Probablemente la más destacada, por su prolongación en el tiempo, haya sido la huelga de encargados de seguridad en el aeropuerto barcelonés de El Prat, con los consiguientes retrasos y molestias para los viajeros; pero lo peor está por llegar al materializarse la extensión de la huelga a nivel nacional a partir del próximo 15 de septiembre. Veremos. Durante la Feria de Málaga los taxistas se han liado a mamporros con los que consideran autores de competencia ilegal, los coches con conductor que llegaron a la capital andaluza atraídos por la afluencia masiva de visitantes. Y aunque poca, también levantó polvareda la decisión de la familia Franco de conceder la explotación de las visitas turísticas al Pazo de Meirás a la Fundación Francisco Franco; y (nos guste o no) la mansión de recreo del dictador es propiedad privada, y por lo tanto la familia puede hacer con ella lo que quiera. Y aquí surge de nuevo el binomio legalidad-legitimidad. La decisión de la citada familia es legal; pero ¿es legítima? Sinceramente creo que tal decisión es ante todo una gran torpeza que no hace sino echar leña al fuego de un asunto ante el que una gran parte de la ciudadanía española se muestra especialmente sensible, dada la misión de apología del franquismo que caracteriza a la Fundación adjudicataria. En lo local, lo más destacado está siendo la huelga de celo en la recogida de basura que tiene a la ciudad hecha unos zorros en un momento de gran afluencia turística. Pero para quien escribe, la noticia más destacada, (triste noticia!) ha sido la muerte de un toro embolao, es decir con bolas de fuego atadas a la cornamenta, al embestir el animal, desorientado, contra un poste de hierro que le produjo la muerte inmediata. El suceso tuvo lugar en la localidad valenciana de Foios, dentro de las fiestas denominadas Bous al carrer, que se celebran en muchísimos pueblos de nuestra Comunidad. No me duelen prendas al calificar de bárbaras estas celebraciones, que están además alentadas y patrocinadas por los ayuntamientos locales con el beneplácito del gobierno de la Generalitat. Lo que es de todo punto inaceptable, un sector importante de ciudadanos españoles nos hemos pasado la vida protestando y luchando por la abolición de los festejos protagonizados por animales con una muerte casi segura, entre los que ocupa un lugar prominente el conocido como El Toro de la Vega, que se lleva a cabo en la localidad vallisoletana de Tordesillas, aunque hay otros muchos ejemplos. Que se celebren en nuestra Comunidad unos festejos que tienen como fin la diversión de los lugareños gracias al sufrimiento de los animales me produce una enorme vergüenza; y que no se argumente como excusa la tradición, porque las tradiciones objetivamente nocivas, dañinas o negativamente ejemplarizantes deben ser absolutamente abolidas. Y así ha transcurrido el verano español, lleno de pequeños sobresaltos que para algunos han sido, y son, realmente grandes; aunque puede que para muchos españolitos la gran tragedia veraniega haya estado protagonizada por Cristiano Ronaldo, al ser castigado por la Federación Española de Fútbol con la no participación en cinco partidos por haber dado un empujón al árbitro en la semifinal de la Supercopa entre el Barça y Real Madrid. ¡Cosas veredes!

La Perla. «Ten la apariencia de una flor inocente; pero sé la serpiente que acecha debajo» (William Shakespeare)

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