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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Humildad

Deseando estoy que vuelva la normalidad, que comience el curso, y con él, las rutinas que nos alimentan en el día a día. Entre ellas, no es una menor la de acudir semanalmente a la cita con Carlos Arcaya en la cadena SER. Para ejercer de «inspector cultural». Repasando, que es gerundio, cómo se ha comportado el público alicantino durante los últimos días. Qué patios de butaca han invadido y cuáles han dejado vacíos. A qué salas de exposiciones no entra nadie excepto el día de la inauguración. Cuántas películas se proyectan para un espectador solitario.

Me rogó la nueva directora del Teatro Arniches, Alicia Garijo, que no airease demasiado algunas cifras de baja asistencia al coliseo. Que el efecto llamada también funciona al revés. Dónde va Vicente, donde va la gente. Si por lo que sea un lugar no funciona, dejar de atraer. Pese a todo, no le he hecho demasiado caso. Porque no creo que sea malo actuar de fedatario. Tomar la temperatura, cual meteorólogo cultural, y dar el parte. Para general conocimiento.

Pero de quien quería hablar hoy brevemente es de Carlos Arcaya. Un comunicador con mucho futuro que curiosamente ya atesora una experiencia que le haría merecedor de todos los premios que le lleguen. Y algunos ya han llamado a su puerta. Nos conocemos desde hace no menos de un par de décadas. Y, sin embargo, confieso que hasta que no me dio su tarjeta recientemente, no conocí su nombre completo: Carlos García Álvarez de Arcaya. Enseguida pensé en todos esos tontorrones que, al contrario que él, se ponen preposiciones en sus apellidos para darles pedigrí, mientras el bueno de Carlos lo evita, y de qué manera. Humildad ante todo, en la profesión y en la actitud vital. Cuando vi el nombre en la tarjeta me extrañó y no me extrañó. Los que son como Arcaya no gustan de lisonjas.

La cuestión es que, como quien no quiere la cosa, ya hemos compartido una temporada, y de verdad que tengo que agradecerle la confianza recibida. Como imaginarán, lo normal es que los colaboradores de cualquier sección envíen con antelación una brevísima escaleta, siquiera un esbozo, anunciando el contenido de su intervención. Nada de esto ocurrió con Carlos, que en ocasiones ignoraba incluso desde qué ciudad, evento o circunstancias le hablaba. Un gesto que, como digo, agradeceré siempre.

Siempre envidié un poco a aquel Antonio Ozores de los noventa cuando, aquellos fines de semana con Nuria Guitart en la radio pública, no dejaba de sorprenderla con historias absurdas que se notaba a una legua no podían haber partido jamás de los jamases de un guión. Estoy a años de luz de Ozores. Pero quién me iba a decir que iba a compartir esa agradable sensación de salir en antena con tantísima libertad que ni yo mismo sé qué acabaré contando. Gracias, Carlos.

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