En un congreso, hace ya muchos años, se convocó entre sus participantes un concurso de fotografía. El primer premio lo obtuvo la foto: "COSAS para uso del hombre". En la misma se podía ver un armario abierto, del que colgaban trajes, camisas, corbatas, etc. y en la estantería inferior, la imagen de una mujer desnuda, debidamente doblada para que cupiese en el armario. La decisión del jurado causó la protesta de muchos participantes, sobre todo del género femenino, y el premio fue anulado.

Con frecuencia se ven por la calle grupos de chicas adolescentes, muchas con ropa llamativa y sexy, incluso con pantalón corto y pantys de malla tipo cabaret a sus 13-14 años. Un hombre al verlas pasar dijo: "Allá van, hechas unas putitas".

En ocasiones las turistas de países occidentales, en sus viajes por países musulmanes, se visten en camisetas de tirantes, pantalones cortos, en fin, lo más ligeras de ropa posible. En esos lugares donde las mujeres están totalmente cubiertas, eso constituye una provocación.

Resulta obvio que los hombres locales disfruten mirando a este tipo de turistas, como si estuviesen en un "sex shop".

Si la mujer no desea ser una "cosa para uso del hombre", ¿cual es la razón de su comportamiento? Admitiendo la libertad en el vestir, no se puede provocar a los hombres a la vez que se piensa: Mírame, pero no me toques. Tal vez la disculpa sería que así es la moda. Pero no ha de olvidarse que la mayoría de los diseñadores de moda son hombres, que ponen en el mercado lo que ellos desearían ver. Fue una mujer, la famosa Coco Chanel, quien redujo el tamaño de los escotes, introdujo el pantalón (largo) para las mujeres modernas, así como su elegante y tan femenina "petit noir". De la mujer depende lo que debe aceptar y el ejemplo a seguir: o la seducción inteligente o bien los reclamos de la televisión-basura y de los reportajes de fiestas y bodas de famosos, que se publican en la revistas llamadas "femeninas".

Son también degradantes los anuncios en vallas publicitarias de productos para un supuesto uso del hombre, presentados por mujeres atractivas y con ropa escasa. Hace algunos años se relacionó en Estados Unidos la obesidad femenina con las bellas y esbeltas modelos de los anuncios publicitarios. Al parecer, causaban la frustración de muchas mujeres que intentaban llegar a la misma esbeltez y al no conseguirlo se abandonaban al placer de la comida. El excesivo y provocador culto a la belleza del cuerpo, causaba el efecto contrario: la falta de aceptación del propio cuerpo, que nunca llegaría al de la modelo del anuncio.

La coquetería femenina es algo innato en la mujer. La naturaleza hizo que la mujer sea quien transmite la vida y ello implica el instinto de procurar que la descendencia sea portadora de los mejores genes. Al igual que las flores se visten de colores y/o despiden atractivos olores para atraer al insecto polinizador, las mujeres de manera atávica e incluso inconsciente, provocan "el efecto llamada", a través del modo de vestir y de comportarse. Cuantos más candidatos acudan, mayores posibilidades de una buena selección. Es la sabiduría de la naturaleza.

Pero, si no se dominan, controlan y encauzan los instintos, ¿adónde se puede llegar? Como seres inteligentes y conscientes, la sucesión de acontecimientos depende de la propia voluntad y quizás no siempre tienen que mostrarse las dotes seductoras a través de la vestimenta.

Todo el mundo sabe que la apariencia es una forma de comunicación y la ropa expresa en parte lo que se es o, erróneamente, lo que no se es. Al igual que se identifica al militar o a la azafata por su uniforme y al sanitario por la bata blanca, la vestimenta es un indicador del status, ocupación o profesión. En el parlamento como diputadas, en la orquesta sinfónica como músicos, etc., las mujeres forman parte de un conjunto y no deberían desentonar y provocar la distracción luciendo su "modelito".

Quizás por eso el famoso director Herbert von Karajan y más tarde su orquesta, no querían mujeres entre sus músicos. Eran otros tiempos, pero siempre el atractivo de la elegancia radica en la discreción. Es algo en lo que ha de educarse a las niñas desde la más tierna infancia o al menos desde la adolescencia, además de que siempre han de preservar su dignidad.

Los hombres son muy sensibles a los efectos visuales. Algunos juzgan a una mujer por lo que lleva puesto y la ropa provocativa puede hacer que la vean como mujer fácil, que busca llamar la atención. Según el diario "Daily Mail", la tercera parte de los británicos cree que si una mujer actúa con coquetería, es parcial o totalmente culpable de su violación, y la cuarta parte de los hombres cree que si la mujer usa ropa sexy o escasa, es al menos parcialmente responsable de la agresión sexual.

En Estados Unidos, según algunas fuentes, las violaciones han aumentado un 25% en los últimos años y el 44% de las víctimas son menores de 18 años. En Suecia, que tiene el mayor índice de violaciones en Europa, el número de violaciones denunciadas se ha cuadriplicado en los últimos 20 años, según el "Business Times".

El verano es la estación de las fiestas y grandes celebraciones. Los botellones, drogas, conductas agresivas y en especial las agresiones sexuales, preocupan y alarman a la sociedad. Es de suponer que no es fácil su control, ya que éste solo puede funcionar eficazmente cuando parte de la propia persona. Todo reside en no provocar y evitar las situaciones comprometidas.

Hay que ser consciente de que sin cuidar la dignidad propia, reflejada también en el atuendo, va a ser más difícil reclamar la libertad e igualdad de oportunidades en el terreno profesional.