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Los Madrazo en Alicante (I)

Desde finales de julio hasta el 15 de octubre, tenemos en el Mubag la exposición de diferentes obras de la saga de los Madrazo, obras heredadas por sus descendientes y donadas a la Comunidad de Madrid, para la exención de impuestos. El Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana entiende que Alicante y su museo de Bellas Artes es el lugar adecuado para su exposición, como única visita a la Comunidad. Y a la vista de las obras, quizá tengamos que pensar que ninguna otra institución, con una programación más trabajada y exigente, haya podido aceptar tal imposición. Una serie de obras con mucha mayor presencia de Luis Madrazo, el más inhábil y convencional de los hermanos, que se impone a Federico, el único que guarda interés, por su gran habilidad y dominio de la pintura. Una exposición que no cumple con los mínimos que se le deben exigir a un museo, sin una selección rigurosa, que se nos presenta como un momento culminante en nuestra historia del arte, como una «para recorrer las diferentes corrientes artísticas del XIX», pero tenemos que decir que esto es tergiversar la historia, entendiendo por corrientes artísticas no otra cosa que maneras convencionales, sujetas a una concepción inmovilista de la cultura. No hay en estos autores ningún deseo de experimentación pictórica, que es lo que define al artista a partir de Goya, principalmente. Autor al que debieron conocer, pero que evidentemente negaron.

Pero una vez aquí, para todo el verano, al menos intentaremos distraernos, y tomarla como una oportunidad para distinguir la buena de la mala pintura, con el contraste entre los dos hermanos, Luis y Federico.

Entrando en la sala nos encontramos de frente con uno de los retratos realizados por Luis Madrazo, una figura acartonada que sujeta un libro en una postura inverosímil, figura plana, sin volumen, sin profundidad en la captación del carácter, con trazos torpes, con los volúmenes desproporcionados, las líneas de la perspectiva confusas, producto de su torpeza. Una imagen que te predispone a contemplar toda la exposición bajo este registro de impericia y mediocridad. Solo una mirada formada puede apreciar el encuentro con la obra de Federico, mucho más habilidosa y con un conocimiento más riguroso de la pintura. Pero solo tenemos que fijarnos en cómo resuelven ambos las telas, con qué intensidad pictórica, Federico, frente a Luis que solo trabaja los rostros y cuyos ropajes son puros cartones, las flores, los pañuelos, son restregones, producto de un trazo impostado, desvirtuando las proporciones, no solo de las figuras también de los sillones donde las sienta. La manera de resolver las carnosidades tan relamida en Luis, austera y contenida en Federico. Véanlo ustedes mismos, simplemente comparando los retratos realizados a Isabel II, por los dos hermanos. Seguiremos analizando esta muestra la próxima semana.

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