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Que las manzanas sí huelen

Que sí, Senyor Serrat, que las manzanas sí huelen, al menos en este paraje en que me encuentro, la localidad alicantina de Sella, en la comarca de la Marina Baixa; la casa familiar enclavada junto al conocido como Barranc de l´Arc, y teniendo como decorado de fondo el impresionante macizo del Puig Campana, alberga un pequeño huerto en el que el rey es un manzano con frutos como los de antes, brillantes y duros, con un vecindario de higueras y parras de uvas pequeñas y muy dulces. Fue al principio de los años 80 cuando el maestro Joan Manuel Serrat escribió una carta en forma de canción, A quien corresponda que no era sinó una amarga queja sobre el deterioro ambiental y el escepticismo que le producía la situación política en una España con casi estrenada democracia, sin que casi nada respondiera a sus expectativas. El tiempo ha pasado y hoy, por fortuna, gran parte de la ciudadanía ha tomado conciencia y se ha «reeducado», posicionándose a favor de una vida natural en la que la defensa del medio ambiente es la piedra de toque. Pero en estos primeros días del mes de agosto del año 2017 el mundo vive días de sobresaltos, y España no escapa a esa sensación de intranquilidad, por motivos domésticos de todos conocidos pero también por la amenaza de un iluminado como Mister Trump, el presidente del país más poderoso de la tierra, que no le duelen prendas al amenazar al no menos iluminado presidente de Corea del Norte (Corea «la mala») con una respuesta contundente en forma de armas nucleares si el gordito norcoreano se permite lanzar un solo misil contra la base naval americana de la isla de Guam. Y miren por dónde éstas bravuconadas de los dos mandatarios se producen justo en los días en que, 72 años atrás, se lanzaron sobre dos ciudades japonesas las bombas atómicas que asolaron las ciudades de Hiroshima (6 de agosto) y Nagasaki (9 de agosto) en el año 1945, ya terminada la II Guerra Mundial pero con la resistencia de Japón a rendirse. La respuesta norteamericana al ataque por sorpresa a la base naval de Pearl Harbor por parte de la aviación nipona produjo la catástrofe más grande sufrida por la Humanidad, con un saldo de 200.000 muertos entre los fallecidos por las bombas y los que sufrieron las secuelas en los años posteriores. Los Estados Unidos de América sigue siendo el único país que ha usado armas nucleares. Y fue el científico de origen alemán pero nacionalizado americano Albert Einstein, Premio Nobel de Física en 1925 e inventor de la famosa «teoría sobre la relatividad» quien en 1939, para desgracia del mundo, informó al presidente Roosevelt sobre la posibilidad de fabricar un arma nuclear basada en sus descubrimientos sobre el uranio, ordenando aquel su fabricación. Los remordimientos y el sentimiento de culpa acompañaron al científico hasta su muerte; y esa arma letal está hoy en posesión de varios países, siendo una amenaza constante para el mundo. Este es, amigo lector, mi recuerdo en este caluroso verano de una de las grandes tragedias de la Humanidad, y que me hace valorar el olor de las manzanas, la convivencia pacífica de los pueblos y el sentimiento de fraternidad tan olvidado hoy por la alta política internacional. El lógico reduccionismo nos lleva a la preocupación constante por lo nuestro, lo cercano, lo inmediato, que no es poco dada la agitada situación española; pero siempre es aconsejable mirar un poco hacia atrás para evitar cometer los mismos errores.

La perla. «Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica, yo sugerí la mejor de todas: la paz» ( Albert Einstein)

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