Yo sí soy feminista,pero no me gustan las feministas de ahora. La frase de moda. Pues a ver si nos aclaramos. Porque si una tía enseña su menstruación no te gusta el feminismo de ahora, pero si a ti se te salen las tetas del escote, sí. Si una tía se inscribe en la guerra al grito «¡Muerte a los penes!», no te gusta el feminismo de ahora, pero si pones a tu ex a caer de un burro, sí. Si una tía anuncia en Instagram que va a pasar una noche con su vibrador no te gustan las feministas de ahora, pero si tú te masturbas a solas, sí. ¿Por qué?, porque las feministas de ahora son vulgares y tú no, porque ellas están cabreadas y tú estás calladita. Porque calladita estás más guapa. Y las feministas de ahora dirán que no tienes ni puta idea de nada, y tú dirás que no te gustan las feministas de ahora. Y mientras tanto, la vida.

¿Os dais cuenta? El feminismo ha muerto. Estamos más centradas en criticarnos a nosotras mismas que en reivindicar nuestra propia naturaleza. Estamos más preocupadas en sentirnos las más feministas que en apoyarnos todas. Estamos más preocupadas en sentirnos rotas que en arreglar el puzle. Y yo tengo que tener miedo de que un día mis hermanas feministas me rompan la cabeza como se la rompieron a Rosa Luxemburgo los hombres, y por causas muy distintas. Vamos en un tren de feministas que se tiran de los pelos: no estamos siendo feministas, estamos siendo bastante pardillas. O mejor aún, estamos siendo feministas para dejar de ser personas.

Las feministas de ahora dicen: «¡Yo no necesito la fuerza del hombre, yo tengo mi fuerza, no necesito su voz grave, yo tengo mi voz! y el tren empieza a chirriar. Mira mis tetas, son mías, mira mi culo, es mío, mira mi menstruación, es mía, mira mis pelos, son míos: mi cuerpo es mío. ¡No es un objeto de este mundo!». Es el tren de la jungla, sujetamos con furia falos gigantes y nos aporreamos con ellos el pecho, pero, ¿hacia dónde narices va el tren? Vamos a echarle humor al asunto: el tren se está yendo a tomar por culo. Y las niñas de 13 se creen que feminista es ir con las axilas de Tarzán.

Hemos caído en la trampa de Mayo del 68: La cultura es la inversión a la vida. Estamos haciendo del feminismo un juego social que lo aleja de su verdadera esencia. Y que sí, que yo sé que lo anterior es cierto, que hay que romper cánones, que no se puede no ser radical en cosas que importan radicalmente, que la historia avanza a palos, pero también sé una cosa: la naturaleza de la mujer no es esta, la naturaleza de la mujer es exactamente la contraria, porque aunque una mujer tenga fuerza y voz, su manera de usarlas es blanda, es como aquella agua del poema de Lao Tse que acababa erosionando a la roca. Y se nos está olvidando eso, la fuerza de nuestra sensibilidad.

Cada vez que abro Instagram veo a mujeres exhaustas consigo mismas, cabreadas con el hombre, regocijándose en la herida patriarcal. Lo veo en sus cuerpos desnudos, en sus agonías, incluso en los filtros de sus fotografías. Sus gestos son agridulces, es un reclamo amargo de rebeldía. Y yo cuando veo esto, me hago la pregunta reflejo: ¿Es esta la mujer que quiero ver en mi vida? Me hago la pregunta porque yo también caí en la trampa de exponerme herida en las redes sin saber muy bien porqué, pero di cuenta de que eso más que darme conciencia y estabilidad me creaba apatía, me desgastaba. Había convertido lo personal en social y al revés. Estaba hecha un lío.

A veces la mujer mata a la niña y asume su vida desde el dolor, se traga toda la rabia de todas las mujeres de este mundo y se aprisiona a sí misma. Porque en esta sociedad es fácil sentirse herida y cuando lo sientes, el peso de millones de personas se hunde contigo. Y hay que estar a alerta porque un día descubres que el puñal te lo estás clavando tú. Creo que hay muchas mujeres creándose con el sudor de su frente su propia cárcel: no sirve de nada alimentar el odio y perpetuarlo. Sirve tomar el odio como impulso. Y ya. Porque aunque estas mujeres tengan cada día más seguidoras dudo que en el fondo eso les haga feministas, o mejor aún: felices. Porque su auténtica naturaleza es otra y la están matando imitando el rol que critican. No me he puesto a escribir este artículo sin pensar y posiblemente me tendría que lavar la boca ante todas esas mujeres que rompen moldes a lo bestia, porque en realidad yo entiendo a esas mujeres, yo las amo, yo las beso.

Porque en pleno siglo XXI la sociedad sigue marcada por el canon. Lo sé, pero calma. Es solo que viendo el circo desde arriba me preocupan más otras cosas que los pelos y las tetas. Me preocupa más que no estemos siendo más listas, que nuestra reivindicación valga más en la vida que hacemos pública y se nos olvide en la privada. Me preocupa que nuestra revolución no sea la silenciosa. Me preocupa más que la mujer se esté perdiendo a sí misma, que esté echándole tierra a su ternura y a su modo de construir la paz, porque precisamente si el mundo va mal es por un exceso de testosterona y agresividad. Si el mundo va mal es precisamente porque al mundo le falta mujer.