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Puertas al campo

Cambio climático, catástrofes y reacciones

No soy quien para dictaminar si es de temer o es una exageración. Pero sí puedo levantar acta de las reacciones que provoca.

1. Comencemos por los exagerados. Para ellos, lo que nos espera es un futuro catastrófico sin esperanza. Datos científicos no les faltan e insisten en mostrar la enorme gravedad del asunto. Casi parece que estén en el viejo «cuanto peor, mejor». Tal vez tengan razón.

2. Pero no se me ocurre llamarles catastrofistas. Se lo llaman los que pueden clasificarse como moderados o, si se prefiere, los científicos de verdad que a) saben que el miedo no nos salvará y b) conocen los datos, sus debilidades y sus lagunas y los errores de cálculo. La ciencia, al fin y al cabo, no es certeza, sino intento de evitar el error. Aun así, están convencidos de que la cosa es grave, pero no a corto plazo. Eso sí, las acciones para prevenir los efectos de tal eventualidad se han de tomar ahora, dicen. Antes de que sea demasiado tarde (y aquí entran los famosos 2º/3,2ºC).

3. Hay más: los interesados. Se trata de empresas que conocían (conocen) los datos y los han ocultado a sus accionistas y al público en general acusando a los «moderados» no solo de «exagerados» sino de falsarios. Ya me he referido en otras ocasiones a este grupo en el que se impone un cherchez l'argent, busquen los intereses económicos a corto plazo, cosa que, al fin y al cabo, es lo que mueve el sistema en el que vivimos por lo menos los últimos 500 años (hay quien dice que más). El fiscal general del Estado de Massachusetts y el de Nueva York han acusado a alguna de esas empresas de haber ocultado los datos (y, ya puestos, podrían haberles acusado de mentir, ya que hicieron campaña a favor del negacionismo) en particular a sus accionistas. Añádase que el secretario de Estado del actual gobierno estadounidense trabajó 40 años para una de esas empresas y acaba de recibir una distinción internacional por sus largos años en el sector petrolero.

4. Por supuesto, y me acabo de referir a ellos, están los negacionistas que ven en todo esto una maniobra de oscuras ONG o conspiraciones de un país como la China contra el propio, es decir, los Estados Unidos. El presidente Trump es un ejemplo. Siendo un gran tuitero, y aunque no es un dato que fundamente nada, se sabe que ha escrito 115 tuits negando el cambio climático. Como en este de 2012: «Global warming is based on faulty science and manipulated data which is proven by the emails that were leaked» (refiriéndose a un oscuro episodio de correos filtrados reconociendo errores -voluntarios o involuntarios- en algunos de los modelos, cosa que encaja con el tipo 2 que acabo de enumerar).

El problema de estas clasificaciones tan nítidas es que la realidad protesta o, por lo menos, se revuelve al notar que las reacciones que se observan no acaban de encajar en una de estas categorías excluyendo a las demás. Ejemplo: un leader del mes pasado, acompañado de artículo en su interior, de The Economist que no es precisamente una revista revolucionaria o ecologista fundamentalista precisamente. La revista (sus artículos no van firmados, luego funcionan como un editorial más) daba por descontado que hay un problema con el calentamiento global (esos 2ºC que llevarían al cambio climático). De negacionista, nada. Pero su interés no estaba en ese punto sino en el clásico «¿Qué hacer?» y eso desde el punto de vista empresarial o económico propio de su línea. Su respuesta venía ya en el subtítulo: lo que hay que intentar es frenar el calentamiento global y para eso, dejar la pretensión de usar solo energías renovables y centrarse en las emisiones. Cierto, dicen, que hará falta una transición a partir del petróleo y similares, pero, añaden, será una transición dolorosa? y eso es lo que hace saltar, en cierta manera, la clasificación con la que he comenzado, basada en la actitud hacia el cambio climático o, mejor, hacia los datos que lo apoyan. La clasificación tendría que ser por quiénes, cómo y con qué plazo están dispuestos a afrontar esa transición energética desde ese 20 por ciento que son ahora las renovables sobre el total del consumo mundial a? no se sabe cuánto, ni a qué precio y con qué perdedores a corto plazo. Así que mejor mirar hacia otro lado y no complicarse la vida. Y el que venga detrás, que arree.

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