Hay que reconocer a los británicos cierta habilidad por olvidar las derrotas e incluso por convertir retiradas desesperadas en heroicas victorias. El director Christopher Nolan ha puesto de actualidad, gracias a su película Dunkerque, la evacuación de las tropas británicas a su isla desde Francia huyendo de las tropas de Hitler. Parece que tal evacuación se organizó desde unos túneles que se hallan en el castillo de Dover, en la costa británica. Cuando hace algunos años visité aquel castillo, me recordó al nuestro de Santa Bárbara por su posición en lo alto de una montaña junto a la ciudad. Al iniciar la visita, las semejanzas desaparecieron en la taquilla de la entrada con unos precios que se diferencian mucho del gratis total del alicantino. Pero no me sentí engañado por el precio que tuve que pagar por la visita. Bastante bien explicado, con elementos multimedia y bastante interesante toda la exposición sobre la evacuación de Dunkerque (ojo y todavía no estaba de moda en el momento de la visita). Admiro cómo los británicos salvaguardan su historia y la transmiten a las generaciones venideras.

En el otro lado, nuestro castillo precisa de ser algo más allá que una atalaya perfecta para poder visualizar Alicante y sus playas. La historia forma parte de su existencia, pero apenas es conocida. Una historia que para las nuevas generaciones no se puede contar solamente con aburridos paneles de cientos de palabras en dos o tres idiomas. Quizá no sepamos aprovechar nuestra historia para dar un valor añadido a nuestros ciudadanos y visitantes esporádicos o habituales.

Afortunadamente, esa historia cobró vida el viernes pasado. Es evidente que uno de nuestros mayores atractivos son nuestras playas, playas que curiosamente cambiaron durante la tarde del desembarco moro ante cerca de cincuenta mil personas. La reconquista es parte de nuestra historia, como otros eventos que jalonan la vida de Alicante. El viernes, los asombrados visitantes pudieron ver cómo el ruido de la pólvora y los brillos de las espadas de hace siglos se adueñaban de la playa del siglo XXI donde por la mañana habían disfrutado del cálido sol.

Las comparsas de Moros y Cristianos que tradicionalmente suelen desfilar por sus barrios, lo hacían esta vez junto a la playa del Postiguet rumbo al Ayuntamiento. Ya se había intentado en más de una ocasión organizar los desfiles moros y cristianos por el centro de Alicante, sin demasiado éxito. Quizá, ni el recorrido planeado ni el mes elegido, diciembre, fueran los adecuados.

Hace algunos años escribí un artículo de opinión en este diario en el que reivindicaba las fiestas de Moros y Cristianos que se celebran en periodo estival, como un atractivo que se debería ofrecer en las oficinas de turismo, en vez del olvido que sufrían. Por dicho artículo recibí una visita de un alicantino que me trajo un proyecto del entonces alcalde Lassaleta, sobre un desembarco en la playa del Postiguet. Ésta fue una de las propuestas que realicé en pleno. Me llamó mucho la atención el recibir mensajes de enfado por parte de algunos miembros de comparsas en el que decían que eso era una propuesta para acabar con las fiestas en los barrios. El Partido Popular no lo consideró y pasó al olvido. Me alegró mucho saber que la Federación planteó la idea al Ayuntamiento y que parecía que finalmente se iba a llevar a cabo.

El resultado ha superado todas las expectativas. Pude conversar con Miguel Castelló, asesor de Fiestas del Ayuntamiento y su rostro radiaba felicidad por el éxito. Y es que a veces las propuestas son menos complicadas y costosas de lo que se pretende. No se trata de importar elementos extraños para dotar de atractivos turísticos a una ciudad que los tiene, aunque en ocasiones escondidos tras una mala comunicación.

Si unes la reconquista, un montón de festeros y festeras siempre dispuestos a vestirse de cristiano o sarraceno para desfilar delante de una banda de música, el atardecer en la playa del Postiguet, una teatral embajada y unos kilos de pólvora tienes un evento seguido por cincuenta mil personas que seguro recordarán y esperarán ver el año que viene.

Pues considero que ahora toca pulir algunos pequeños detalles del evento, que seguro que lo mejorarán y ya pensar en el desembarco del 2018. Desgraciadamente, algunos de los responsables culturales y turísticos del equipo de gobierno deberán trabajar de oídas, ya que parece que no estuvieron por allí. De paso, podrían dar una «pensada» para cómo conseguir que la visita al castillo de Santa Bárbara por sí sola merezca un viaje a Alicante. Argumentos los tiene, y quizá se trate solo de resaltarlos.