Con este calor me ha parecido refrescante este título tan invernal. Lo cierto es que les quiero plantear, en positivo, el tema de la repetición histórica que las sociedades humanas tienen de rechazo a las novedades.

Este rechazo es solo miedo. Así se entiende mejor el pavor de los romanos a la democracia, el temor de todas las épocas a los extranjeros en tierras propias, la lucha de la Iglesia oficial a los intentos internos de instaurar una iglesia pobre. También la batalla del proletariado del XIX contra las máquinas, el recelo de los hombres al pérfido voto femenino, el pánico al chip, que en los albores del III milenio cantaba Miguel Ríos.

La Historia se repite y lo nuevo y desconocido, cuando deja de ser investigación y pasa a ser realidad, levanta masivas sospechas y, a poco que nos pueda tocar el bolsillo, rechazo hasta violento.

Ahora le toca a internet, la gran bola de nieve que ya es más grande que la montaña por la que cae. Es de lerdos no ver las ventajas y lo imparable del fenómeno que supone este medio de comunicación one to one para todos y para el progreso. Pero, igual que toda ley tiene su margen de injusticia, internet abre ventanas que dejan ver realidades que no nos gustan. Evidentemente no me refiero a toda la basura que hay en el mundo y que se hace hoy accesible para cualquiera, me refiero a cuando se crean fenómenos e ideas que triunfan por simples; alquileres de casas entre particulares, compartir coches, colaborar en el trabajo, intercambios vacacionales o coworkings particulares?

Aquí nos olvidamos de lo modernos que somos para comprar barato, cazar chollos, reservar entradas, encontrar cualquier información, conocer gente sin que la timidez o complejos nos lo impidan o localizar a nuestros hijos una noche de sábado y sacamos lo que nos queda de corporativistas, gremiales y conservadores para atacar sin piedad lo nuevo, lo sin legislar, los inventos de gentes que ven posibilidades en alquilar una habitación a otra persona que elige, en lugar de pagar 300 mortadelos por noche en un hotel tomar esa oferta; porque está en ese momento vital. Hay que tener en cuenta que siempre habrá gente que apreciará más que le hagan la cama, le sirvan el desayuno o le recomienden profesionalmente qué hacer hoy.

Se abrió la posibilidad de viajar barato, de conocer gente real en destinos reales, de estar unos días en una casa en la que nunca habrías podido pasar de la verja, de aprovechar viajes conjuntos para nuevas vivencias, nuevos amigos y ahorrando dinero y energías no renovables. ¿Quién para esto? No se puede. Tampoco estoy seguro de que convenga pararlo.

Debe ser legal, debemos pagar altos impuestos, tendremos que normativizar y encauzar? pero la gran bola de nieve seguirá haciéndose grande y comenzarán otras. Aprovecharemos las que no nos afecten directamente y lucharemos, indignados, contra las que nos toquen, aunque sea de refilón. Somos así.

Aun con todo, siempre hay que reflexionar sobre el futuro y para ello, no se me ocurre frase más contundente que aquella de un gran emprendedor de lo nuevo y artífice de realidades sin las que nuestro mundo no sería como es: Albert Einstein.

«La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices».