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Matías Vallés

La importancia de llamarse Dalí

La expectación generada por la exhumación de los restos del artista

El descubrimiento de que Salvador Dalí podría tener una hija, que no necesariamente pinte como él, ha demostrado el impacto de un pintor que con esta peripecia paternofilial ha arrinconado de las portadas a Basquiat, Doig o Richter. La exhumación adoleció de la liturgia grandilocuente que habría diseñado el artista. No cabe descartar la propuesta daliniana de una degustación de sus cenizas, propia del genio omnívoro que siempre contempló la belleza desde una perspectiva caníbal.

La importancia de llamarse Dalí consiste en reinar después de ser exhumado. Más de un especialista arrincona su hornacina, pero la barbarie plebeya disiente de los expertos en la asignación del escalafón artístico. Rebuscando en los buscadores de internet, Andy Warhol compone la figura más solicitada universalmente. Le sigue Pablo Picasso, con el publicista catalán pisándole los talones.

Difícilmente los comisarios, marchantes, galeristas y demás rapaces coincidirían en esta lista, pero hoy impera el populismo de las redes sociales. Si atendemos a que el eslovaco Warhol solo complementa al también escaparatista Dalí, aunque con una peluca más refulgente, el predominio daliniano queda inculcado en el imaginario colectivo.

De Dalí se aprovechan hasta los hijos inesperados. Su osamenta escarbada ha despertado más expectación que los huesos de Cervantes, en los que Ana Botella exploró la redención de su desdichado mandato. El museo consagrado al genio de Figueras y Cadaqués supera en visitantes a la estructura museística consagrada a elevar las glorias patrióticas catalanas. Comparen con Antoni Tàpies, por citar al único artista postpicassiano celebrado por el hercúleo Robert Hughes.

Dalí fue un descarado, amén de un escritor más cargado de méritos que sus relativizadores. Jordi Pujol nunca le perdonó que donara a Madrid, pero el artista se proclamaría ahora independentista monárquico, dispuesto a endosar un referéndum que restaurara el reino de Cataluña. Solo Franco y los antifranquistas más obtusos podían entender como elogios las ditirámbicas construcciones del anarcofranquista, cuya única religión verdadera empezaba por la palabra yo.

Ninguna mariposa bate sus alas sin sujetarse a las leyes del mercado. Cuando Walt Disney y Alfred Hitchcock persiguieron la colaboración daliniana, sellaron un triunvirato cuyas modulaciones trazan las coordenadas estéticas vigentes. Dalí es plantar en un salón burgués una pintura titulada Masturbador.

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