No es fácil elegir a la persona que va a acompañarnos durante buena parte de nuestra vida, quizá por ello son tan numerosas las investigaciones acerca de las relaciones de pareja, y sus conclusiones, tan enriquecedoras. En este sentido, el London School of Economics ha llevado a cabo un riguroso estudio con alrededor de 200.000 personas de todo el mundo, confirmando que la felicidad tiene mucho más que ver con el amor que con, por ejemplo, una subida de sueldo.

Por otra parte, investigadores de la Universidad McGill de Montreal (Canadá), demostraron que mantener relaciones sexuales con frecuencia contribuye a la neurogénesis, es decir, el crecimiento de nuevas células cerebrales, mejorando la memoria. Pero, más que eso, el amor intenso crea neurocircuitos muy resistentes que la memoria encuentra difíciles de borrar aun cuando la relación se ha roto. Por eso nos cuesta tanto olvidar a exparejas, como ha demostrado el prestigioso neurobiólogo Antoine Bechara, profesor de Psicología en la Universidad Southern California (EE. UU.).

Sin embargo, una de las personas que más ha estudiado la biología del amor y la atracción, es la antropóloga y bióloga estadounidense Helen Fisher, quien ha desarrollado una teoría verdaderamente práctica. Según ella, existen cuatro tipos de personalidades, cada una de las cuales se asocia a una determinada sustancia química del organismo: dopamina, testosterona, estrógeno y serotonina. El predominio de una sustancia u otra determina nuestra forma de ser y esto puede determinarse mediante un «test sináptico».

Así, las personas en cuyo organismo predomina la dopamina, son impulsivos, arriesgados, aventureros, creativos y gustan de estar con personas similares. Generalmente, no desarrollan un gran apego y es común que sean divorciados y tengan hijos de diferentes relaciones. Es el grupo que más entiende y acepta el poliamor.

El predominio de testosterona propicia el desarrollo de seres pragmáticos, racionales, ordenados, decisivos. A menudo son líderes que se centran en su pareja a fondo, pero se olvidan de ella en cuanto la relación se acaba.

Aquellos que tienen altos índices de estrógenos son personas empáticas, a las que les gusta cuidar a los demás. Tienen mucha imaginación y la facultad de unir ideas, en principio, contrapuestas. El amor y el mundo de los sentimientos lo es todo para ellos, y buscan encontrar a su alma gemela. Generalmente, son personas con nóminas bajas, poco centradas en el dinero o en la ambición.

La serotonina genera individuos conservadores, amantes de la rutina y las tradiciones, que aman a personas tranquilas y que pertenezcan a su misma comunidad.

Según Fisher, conocer nuestras propias preferencias nos ayudará a acertar a la hora de elegir una pareja.