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Comadreos

La crítica está a la orden del día. A los españoles nos encanta arreglar la vida del vecino. Pasamos horas con los comadreos, sesiones donde se pasa revista a los hábitos de trabajo, costumbres sexuales y situación económica de todo el mundo. Disfrutamos buscando los aspectos negativos de las personas para, posteriormente, ensañarnos con ellas. ¡Oh Dios, cuánto tiempo perdemos con este hábito tan nocivo! Y lo aprendemos desde la más tierna infancia. Sin embargo, los expertos recomiendan que debemos evitarlos. Y todo porque la crítica está sustentada sobre un sustrato negativo, generalmente dominada por el ego. Cuando lo hacemos, estamos proyectando sobre esa persona algo que tenemos y no nos agrada. También puede haber un sustrato de envidia, tienen algo valioso para nosotros, que no podemos conseguir. Y eso nos enfurece y nos hace desdichados. De ahí nuestro ensañamiento. Porque las críticas son como un suicidio y envenenan la mente haciendo que uno se fije en lo que hacen los demás con su vida particular y no en lo que uno podría hacer para mejorar la propia experiencia vital. Son una manera de distraer el aburrimiento de los fracasados. Por eso, deberíamos alejarnos de las mezquindades de la vida. Y dejar de perder el tiempo en esas tonterías. Ahora bien, si alguien prefiere ser mediocre y dedicarse a murmurar sobre quien se acuesta con quien, quien tiene el coche más caro, mayores conocimientos, la amante más€., pero si quiere ser diferente, desafiarse a sí mismo, ¿por qué no ponerse a prueba y convertir su vida en algo especial? Se podría comenzar aprendiendo a juzgarse a sí mismo en relación con los propios objetivos, no por lo que aparenten los vecinos. Hay que trabajar de acuerdo con un conjunto de metas dinámicas, activas, estimulantes que ayuden a hacer lo que uno desea y no lo que han hecho otros. Siempre habrá alguien que tenga más cosas y alguien que tenga menos. Nada de eso tiene importancia. Debemos aprender a juzgarnos con arreglo a nuestra propia medida y nada más. Nuestra vida solo mejora si nosotros mejoramos. Por mucho que nos cueste aceptarlo, el mundo que nos rodea siempre será un reflejo de nuestro mundo interior. Si nos sentimos mal por dentro, aunque nos rodee un mundo fantástico, no estaremos en condiciones de disfrutarlo, ni siquiera de verlo. Y ahí tendremos una excelente semilla para que crezca el maldito comadreo.

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