En el pelotón del Tour de Francia había corredores con todo tipo de complexión. Será difícil ver cortar la cinta de llegada a un maratoniano con el aspecto de Kittel, el gran sprinter. Lo vimos levantarse sobre la bici, pesado y poderoso, tensando todos los músculos del cuerpo para imprimir una potencia enorme a unas bielas que mueven un desarrollo con el que probablemente yo no pudiera dar ni una pedalada. Tampoco podríamos ver nunca a un velocista con el aspecto de Fabio Aru. Brazos esqueléticos y piernas finas y fibrosas nos recuerdan las de los fondistas. Sin embargo, ambos conviven en el pelotón haciendo un ejercicio que denominamos de resistencia.

En el cuerpo humano hay dos tipos de fibras musculares que se distribuyen de forma desequilibrada en todos los músculos. Unas, que llamamos tipo I, son de resistencia, otras, las de tipo II, son de fuerza. Las primeras son capaces de realizar contracciones repetidas durante mucho tiempo, algunas todo el tiempo como las respiratorias. Las segundas están preparadas para hacer contracciones intensas de poca duración, como levantarnos de la silla. Hay una tercera que está en el medio, tipo IIA. Qué hace que un músculo tenga más o menos fibras de cada tipo. En primer lugar la función principal que va a desarrollar. Por ejemplo, en los posturales que están demandados casi permanentemente, la mayoría de la fibras son de tipo I. En los brazos y piernas, que hay una combinación de fuerza y resistencia, hay aproximadamente la mitad de cada tipo. Pero la exacta distribución de cada tipo en muchos músculos depende de la herencia. Durante el desarrollo son las neuronas que inervan las que van a decidir en qué tipo de fibra se va a trasformar esa célula pluripotencial. Y eso está determinado por la genética, nada podemos hacer si nacimos hijo de una pareja de fondistas. Porque si bien con esfuerzo es posible que las fibras tipo II se hagan más resistentes, tipo II A, nunca podremos transformar las tipo I en II, en fibras de potencia. Son precisamente estas fibras las primeras que se pierden, las que antes se atrofian. Por eso puede ser tiernamente ridículo ver carreras o saltos de ancianos. De todas formas, ellos logran lo que la mayoría a su edad ni pueden soñar. Con esfuerzo consiguen que las pocas fibras que les quedan sean vigorosas. Eso es importante porque sin ellas vamos perdiendo independencia: nos cuesta levantarnos, abrir el grifo, coger un paquete?

Por qué se atrofian antes las fibras de fuerza, quizá sea por una cuestión de economía. Son más caras, pues son más grandes, tienen más proteínas. Además, sus nervios son mas gruesos para transmitir la información más rápida y lograr que la contracción se ejecute en milésimas de segundo. Y con la edad se pierden neuronas. O quizá porque desde el punto de vista de la biología los ancianos no precisan ya la fuerza, la explosión para perseguir o huir, dedicados ahora a la vigilancia de los pequeños mientras cazan los jóvenes. De hecho, parece que la disminución de la necesidad de sueño con la edad puede tener una función evolutiva, o se aprovechó, de manera que el pequeño grupo de cazadores recolectores siempre tiene un vigía a lo largo de la noche.

Cuando Kittel da su poderosa pedalada todas las fibras rápidas se contraen comiéndose el poco glucógeno que aún conservaba en el músculo y absorbiendo la glucosa que logró llevar a la sangre. Esa azúcar no se quema porque en esos músculos casi no hay calderas, de hecho, casi no les llega sangre: son blancos, como las pechugas de los pollos. La glucosa se transforma en ácido láctico que difunde a la sangre. Se obtuvo de ella sólo una pequeña parte de la energía: es horriblemente caro el sprint. Pero cuando Aru pedalea cansino puerto arriba son las fibras de resistencia las que hacen la mayor parte del trabajo. Son pequeñas, no acumulan mucho glucógeno, pero tienen muchos capilares y están cargadas de mitocondrias, las calderas donde se queman glucosa y grasas. De manera que son muy eficientes, pues extraen toda la energía de esas moléculas, dejan como residuo agua y CO2 que expulsa por pulmones, orina y el sudor.

Pero su esfuerzo es tal que llega un momento que no tiene forma de llevar toda la sangre que necesitan las células que se contraen. Parte de la energía la obtiene de forma anaerobia, sin oxígeno, como las fibras rápidas: fermenta el azúcar en ácido láctico. Tiene un enorme coste porque gasta mucha azúcar y acidifica la sangre. Pero cuando llega un repecho más suave logra irrigar bien los músculos y todo el ácido láctico se usa hasta el final y lo reduce a agua y CO2 además de sacarle el resto de la energía que había en la glucosa.

Ah, pero hubo ciclistas como Eddy Merckx que ganaban en la montaña y en el sprint. Fenómenos.